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La democracia global, otro nombre del socialismo


Puntualización sobre la lucha armada, las Farc y un socialismo para el futuro, por parte del senador del Polo Democrático Gustavo Petro, en un reciente foro en Ecuador.

Tengo que confesar que esta es la primera vez que pronuncio una conferencia desde una iglesia. Deben ser las paradojas del socialismo del siglo XXI. Tengo que recordar, también, que en esta mesa se encuentra una persona a la que no veía desde hace muchos años, estábamos en alguna montaña colombiana vestidos de uniforme verde oliva, armados. Ella es Amaranta, para ustedes la ciudadana ecuatoriana Patricia, miembro de Alfaro Vive Carajo, quien luchaba al lado de nosotros en el M-19, en el batallón América, bajo ordenes de Carlos Pizarro.

Y me interesa recordar al M-19 y compararlo con las FARC, para empezar mi análisis sobre lo que considero son los pilares precursores de esta nueva manera de pensar y actuar que llamamos socialismo siglo XXI desde una perspectiva colombiana.

Las FARC y el M-19 con orígenes diferentes fueron parte de la insurgencia armada colombiana en la década de los setenta y ochenta. Para el año 1989 se separaron definitivamente en su transcurrir histórico. El M-19 decidió dejar las armas, ganó unos meses después de su desarme las elecciones a la Asamblea Nacional Constituyente en 1991, fue la fuerza protagónica en la construcción de la democrática Constitución del 91, que nunca se aplicó y luego en 1994 desapareció definitivamente como organización. Las FARC se mantuvieron en armas y son hoy una poderosa organización militar convertida prácticamente en un ejército con raíces campesinas.

¿Era un error dejar las armas y, al contrario, conservarlas era un criterio de éxito y eficacia en Colombia? Cualquier mirada superficial ante el hecho que el M-19 se extinguió y las Farc se han fortalecido, diría que efectivamente, que tal era la evidencia histórica. Diría esa mirada, que las armas son esenciales para el desarrollo de las transformaciones en Colombia. El M-19 habría fracasado, las Farc habrían triunfado.

Pero una mirada más profunda extraería otra conclusión: El M-19 logró proponer un proyecto democrático para la Nación, sintetizado en la carta constitucional de 1991, que sin aplicar precisamente se convierte en el programa del Polo Democrático, segunda fuerza electoral del país. La perspectiva de lograr un pacto social y político que profundice la democratización del estado y la sociedad colombiana es una verdadera alternativa viable hoy para la salida pacífica del conflicto y la violencia, es una respuesta realista y posible a la crisis de la nación colombiana. El Estado Social de Derecho que recupera el espíritu filosófico democrático del liberalismo del siglo XVIII y lo articula a la bandera de la igualdad social, se cierne en el horizonte colombiano, desde la carta magna, como una posibilidad inquietante para quienes han detentado el poder: las mafias, y los monopolios económicos. En una economía rentista, profundamente desigual y depredadora, el aliento democrático del desaparecido M-19 sigue sembrando la zozobra en unos, la inquietud en otros y la esperanza en muchos por su justeza histórica, su hálito; su espíritu sirve de base para organizar un partido que hoy, siendo la segunda fuerza electoral, se constituye en una verdadera alternativa de poder similar a los movimientos progresistas que han conquistado pacífica y democráticamente la mayoría de los gobiernos de América del Sur.

Por otra parte, las Farc se han colocado como el movimiento más rechazado por el pueblo colombiano. A pesar de su fortaleza militar conquistada por la experiencia de sus cincuenta años de lucha armada y por recursos ingentes extraídos de la cadena productiva y especulativa del narcotráfico, han caído en el peor de los aislamientos políticos que movimiento insurgente alguno ha logrado experimentar. Las Farc son un movimiento autorreferenciado. Al contrario de la guerrilla clásica, y de su propio pasado, que prescribía la necesidad de un fuerte apoyo popular para lograr resistir y crecer, e incluso triunfar como Fidel, el Che y los sandinistas, las Farc se financian tanto de la actividad narcotraficante que se permite reclutar su ejército bajo la forma del mercenarismo y desdeñar por completo el apoyo popular para su resistencia y crecimiento. Gracias a esos recursos, las FARC pueden sustituir al pueblo para su sostén y crecimiento. La guerrilla se autorreferencia. No necesita más de construir políticas populares, de ampliar su espacio de opinión. Su lucha campesina degenera en la venganza, la barbarie, el crimen de guerra. Como Engels lo planteó en su estudio sobre las guerras campesinas en Alemania, esta degenera en una mera lucha militar despótica y vengativa sin posibilidades de poder, de transformación, de democracia.

Mientras el proyecto democrático del M-19 mantiene su vigencia histórica en la posibilidad de la Constitución del 91 y su estado Social de Derecho, las Farc han sido derrotadas estratégicamente en el corazón de los colombianos.

Esta experiencia colombiana sirve para analizar un concepto pilar de lo que considero debe ser el principio del accionar práctico del socialismo del siglo XXI. En Colombia un medio como las armas no alcanzó su fin: el socialismo, o si se quiere la democracia. Al contrario las armas degradaron a quienes las tomaron.

I. Primera ruptura: El fin no justifica los medios.
Racionalicemos un poco más la experiencia. En mi opinión la política moderna tanto de derechas como de izquierdas utilizó en el siglo XX el principio del "fin justifica los medios". Descrito por el florentino hace varios siglos, este principio fundamentó la política moderna y llevó a la derecha y a la izquierda al Estado totalitario. El nazismo, el fascismo y el estalinismo fueron la expresión del fracaso de los fines altruistas concebidos a través de la construcción de medios profundamente antidemocráticos y violentos. El racismo, la raza superior, la idea de una única clase portadora de la revolución, el centralismo seudodemocrático del partido único, la dictadura del proletariado, la violencia como partera de la historia, el desarrollismo de la fuerza productiva, las armas como instrumento de la violencia revolucionaria mostraron que no nos llevaban ni al tercer Reich, ni al comunismo terrenal como sede del paraíso de todos los pobres del mundo.

En lugar de la redención social, del reino de la libertad sobre la necesidad, de la nueva historia del hombre, o mejor del Hombre Nuevo, que no incluía a la mujer ni a los homosexuales, ni a la naturaleza, sobrevino el gulag, la muerte de la libertad, la agonía de la democracia. Bakunin fue reemplazado por Pol Pot, Marx por Stalin, la libertad por el Gulag. El Estado se impuso integralmente en todas las esferas íntimas del individuo, hasta asfixiarlo.

Por eso el socialismo del Siglo XXI debe implicar una verdadera ruptura con el socialismo del siglo XX.

Quiero confesar, como es propio en esta iglesia, que no soy un pacifista radical: yo mismo tome algún día las armas en el M-19, y creo que los pueblos en determinadas circunstancias históricas deben tomar las armas como último recurso de la resistencia, y muchas veces como medio de triunfo, de liberación. Pero las armas "per se" degradan. De eso debemos ser conscientes. Las armas implican automáticamente la posibilidad de destruir el ser humano y por ello, los individuos que las empuñan deben ser controlados de múltiples maneras. Las armas siempre deben estar bajo el control público. Siempre deben ser usadas de manera transitoria, ojalá nunca, mientras menos tiempo mejor.
En esto el comandante "Marcos" expresó una idea precursora. Mientras menos use el Ejercito Zapatista las armas, mejor, decía el comandante guerrillero sintetizando, sin saberlo y por defecto, la experiencia colombiana.
Las Farc han usado las armas durante más de cincuenta años en los campos de Colombia, por eso se han degradado. El M-19 las dejó prontamente por eso, aún su proyecto político pervive.

Pero el problema va más allá de la experiencia colombiana. De alguna manera u otra los socialismos del siglo XX perecieron en manos de sus propios pueblos. El segundo ejército más poderoso del mundo, el soviético, no pudo impedir, casi sin disparar, que las muchedumbres derrumbaran el supuesto paraíso proletario. Las multitudes corrían tras la libertad, tras la democracia, en realidad sin alcanzarla, pero destrozaron uno de los peores totalitarismos de la historia humana. Los medios: el Estado, el Partido Único, el centralismo seudodemocrático, la violencia de clase, las armas, la tortura, la prisión, la censura, el exterminio de la crítica, eran profundamente antidemocráticos. Su fin no fue sino el exterminio de la democracia y de la libertad.

La experiencia histórica muestra que los medios determinan el fin. Y que por tanto si el objetivo del Socialismo del siglo XXI es la construcción de una democracia global: el reino de la humanidad; entonces sus medios tienen que ser profundamente democráticos. Los medios son la escuela en donde se prepara el fin, son su método de construcción. En los mismos medios se encuba el contenido del fin. Por tanto el socialismo debe darle sana sepultura al "fin que justifica los medios".

Me gusta la democracia como condición social. Indudablemente la democracia no es solo un método sino un fin en sí misma, por eso la búsqueda de los revolucionarios del siglo XIX por una sociedad sin Estado, sin poder, no era más que una extensión de la búsqueda de los revolucionarios del siglo XVIII, por la democracia y la libertad. Hasta Lenin llegó a afirmar que el socialismo era la profundización de la democracia y la empezó a buscar en los soviets hasta que sus palabras fueron olvidadas bajo un manto de sangre y calaveras. El socialismo estaba llamado a incluir, profundizándolo, el liberalismo, no a destruirlo. Y el concepto de Estado de Derecho construido por las revoluciones burguesas no podía ser enterrado por los socialistas sino conservado como patrimonio de la humanidad y radicalizado.

El socialismo entonces implica Estados de Derecho, derechos y libertades extendidas para la ciudadanía, protección de la identidad individual, de la diversidad del género humano. Supremacía del ciudadano sobre el Estado. Las conquistas del liberalismo del siglo XVIII son parte de las conquistas del socialismo.

Segunda ruptura: El socialismo no se puede construir en un solo país.
La tesis fundamental de Stalin, sobre el Estado socialista, que implicaba la construcción del socialismo en el territorio de un estado-nación, fue superada por la realidad misma del capitalismo. El Capital, como lo presuponían los socialistas del siglo XIX, traspasaba las fronteras, no tenía patria. En el siglo XXI, el capital es global, el taller o la fábrica dejaron de ser un establecimiento de barrio y se convirtió en un verdadero taller planetario. La cadena de producción abarcó en un solo proceso de trabajo, centenares de nacionalidades diferentes. El capital construyó la utopía de los arquitectos de Babel, a pesar del castigo divino de la dispersión de las lenguas. Su superación ya no es nacional porque su lógica es global. Un embate simplemente nacional contra el capital es un hazmerreír, a menos que sean muchos embates nacionales, o mejor aún a menos que sea una lucha concertada de la humanidad.

Peor aún, cuando los procesos productivos globalizados del capital conllevan en su seno la destrucción de la misma humanidad. Hoy la contradicción antagónica no es entre Capital y Trabajo sino entre Capital y Humanidad.
El calentamiento global que coloca el final de la vida inteligente sobre el planeta en un lapso de cien años, y que no es más que la aceleración, por razón del desarrollo económico, de las leyes de la termodinámica, como estudió Nicolás Georgescu-Roegen; la extinción paulatina de la diversidad cultural, civilizadora, de los seres humanos, fundamento de la misma humanidad, como afirmó Guilbert Hottois; y la posibilidad de la transformación genética de los seres humanos por la tecnología, extinguiendo la humanidad tal como la conocemos, según la Iglesia Católica, son apenas ejemplos de la enorme potencialidad destructora del Capital. La expansión del capital ya no supone simplemente la expansión de la explotación de los trabajadores, sino la eliminación de la humanidad misma. La lógica autónoma y global del capital en plena expansión global, como recordaba Rosa Luxemburgo, es tal que su autonomía ya no es regulada por el instinto de conservación de la especie humana. La lógica de la ganancia se enfrenta como nunca antes en la historia humana a la lógica de la vida.

Por eso el trabajo de Antonio Negri es tan estimulante. Para el filósofo italiano la clase obrera ha dejado de ser el sujeto revolucionario al abandonar el polo antagónico del capital, que para Negri, la dialéctica no fue sino una equivocación filosófica de los socialistas. El nuevo sujeto revolucionario para él es la multitud, que en la concepción de Spinoza corresponde a la unidad de las diversidades humanas sin suprimirlas, es una concertación de especificidades, una comunicación movilizadora entre particularidades colectivas e individuales, como su nombre lo indica una multiplicidad humana sin reducciones homogéneas. Yo pienso que la Multitud, en tanto global, no es más que la Humanidad misma, consciente de sí misma, responsable de si misma. Lo que nos lleva a la tesis que el socialismo no es más que el control de la humanidad sobre los procesos del capital que la pueden destruir. Pero también que la "Humanidad", a diferencia de "El Hombre" de los liberales del siglo XVIII, es un concepto plural, múltiple, diverso, multicolor como el arco iris.

Un control de la humanidad sobre la capacidad del capital de destrucción planetaria no se puede expresar sino como la aparición de un poder público global, Negri lo llama Democracia Global, yo socialismo del siglo XXI. El poder público global implica diversidad, dialogo entre civilizaciones, un nuevo cosmopolitismo, una sensación de interconexión global no basada en el mercado sino en las luchas, en los propósitos comunes, esencialmente humanos. La sensación de humanidad que no deja de ser sino la expresión del simple instinto de conservación de una especie, que a diferencia de las demás es consciente de sí misma, pero que se expresa como lo definieron los liberales del siglo XVII y XVIII, en leyes, en regulaciones, esta vez, globales, democráticamente construidas, léase cosmopolitas, intercivilizatorias, de carácter planetario. La regulación del capital, los impuestos mundiales para erradicar la pobreza, el control sobre lo estratégico para la continuación de la vida: tecnologías destructivas, armas de destrucción masiva, agua, culturas, medicamentos esenciales para la vida, alimentos, saber, etc., son las dimensiones concretas de una verdadera lucha de la humanidad por su conservación, quizás la primera lucha de la humanidad como un todo en la historia de nuestra especie.

Tercera ruptura: Entonces el socialismo no es la propiedad estatal de los medios de producción.
Si el socialismo no se puede construir en un solo país, porque es global, entonces tampoco se pude definir como la propiedad estatal de los medios de producción, dado que el estado tiene apenas una jurisdicción nacional, error en el que no cayó Lenin, que llamó a su "NEP" "capitalismo de estado" pero que magnificó Stalin de manera aberrante bautizando el Frankistein como socialismo. La estatización de las formas de creación de la riqueza y la cultura extinguió la libertad y el individuo. El Estado al ser el propietario de la producción, se convirtió en el único propietario de la vida y del individuo, pasó a ser un Estado totalitario. De la destrucción del Estado propuesto por Bakunin y Marx, se pasó a la magnificación y potenciación del Estado de Stalin.
Pero el mismo capital comenzó la destrucción de su propia obra: el estado-nación. Útil para ampliar mercados a escala nacional y regular las relaciones capital-trabajo en el marco nacional, se volvió inútil para la ampliación de los mercados en el ámbito mundial y para desregularizar los movimientos del capital. Los procesos de planificación dejaron de ser públicos y estatales y pasaron al mundo privado de las corporaciones, y las mismas corporaciones lograron magnitudes financieras más fuertes que la mayoría de los Estados existentes. Finalmente el socialismo estatal cayó derrumbado por el empuje de fuerzas productivas que no dejaba progresar en el seno de sus sociedades.

Pero si la aparición de un nuevo poder público democrático a escala planetaria permite volver a plantear el socialismo, cabe preguntarse que papel concreto debe desempeñar el estado-nación en las nuevas realidades que plantea el socialismo del siglo XXI.

Se trata de construir estados de derecho, democratizados y democratizadores. El estado-nación con poderes disminuidos en la nueva realidad tiene que ser articulador de movimientos sociales que no deben ni pueden suplantar. Gobiernos para el dialogo intercivilizatorio, democratizadores de los poderes locales, propiciadores de la pluralidad económica, de la democratización de la propiedad de los activos productivos, ayudantes de la reconstitución del territorio bajo democracias locales y quizás, espacios públicos transitorios en caminos de extinción hacia realidades supraestatales y hacia democracias locales profundamente interconectadas a escala global con importantes intermediaciones culturales. En nuestro contexto los estados latinoamericanos bajo gobiernos progresistas, prosocialistas, deben ser profundos democratizadores de nuestra vida social, impulsores nada menos que de la rica y compleja diversidad latinoamericana, distribuidores de los activos productivos y constructores de una supraestatalidad: la nación, o quizás, la civilización latinoamericana. La democratización de los estados y de las sociedades nacionales es imprescindible para plantear la construcción de espacios públicos mundiales con poder, con capacidad de control, de tal manera que la lucha social por la apropiación de los estados sigue vigente y es determinante, solo que dicha lucha no se puede contener ya, para su eficacia, en solamente los cascarones estatales desalojados de poder, sino que su eficacia depende de su interrelación mundial.

Este vaciamiento del poder de los cascarones estatales deja sin sentido la propiedad estatal de los medios de producción a menos que se trate del control de recursos estratégicos para la sociedad nacional en concreto, y abre la posibilidad del pluralismo económico: diversas formas de producir en manos de la sociedad.

El pluralismo económico en el espacio nacional debe propiciar un control público de los medios de producción, que no significa estatal, sino una apropiación de medios ampliamente distribuidos en la sociedad. La pequeña y mediana empresa, la cooperativa, el colectivismo indígena, la iniciativa privada, la propiedad privada, el monopolio estatal sobre recursos estratégicos para la sociedad, la regulación pública mundial sobre recursos estratégicos para la humanidad, el sistema tributario global, y aún la corporación privada capitalista bajo regulación, la corporación pública cosmopolita, pueden ser muestras de un amplio espectro del pluralismo económico que garantice en última instancia el control público sobre la producción. Indudablemente transición hacia una humanidad activa consciente de si misma. Socialismo del siglo XXI, tan plural como el arco iris, pero tambien profundización de la democracia a escala global.

POR GUSTAVO PETRO, SENADOR DEL PDA
*El texto original de este artículo aparece en el Numero 62 de la Revista Foro, a quien agradecemos el permitirnos su publicación; es el resumen de la intervención del autor en un evento académico en Quito, Ecuador, en Septiembre de 2007.

LA CRISIS DE LA DEMOCRACIA Y LA LECCION DE LOS CLASICOS

por: Norberto Bobbio

1. Mi razonamiento se basa en una frase que se lee al final de la carta programática con la que se ha convocado la convención sobre “La política entre sujetos e instituciones”: “En el espacio de la política parecen anudarse, en sustancia, todas las cuestiones planteadas (en términos incluso internacionales). Por ello resulta inevitable preguntarse si no están cambiando sus connotaciones, sus leyes de movimiento, su forma de producirse”. No, no estoy de acuerdo. E, incluso, me pregunto si en estos días, ante la explosión de la violencia terrorista en el interior de nuestro estado y a la forma en que responde nuestro gobierno limitando las libertades constitucionales, por un lado, y frente a la invasión de Afganistán por parte de la Unión Soviética, y al modo en que responde la otra gran potencia amenazando con sanciones económicas y medidas militares en el escenario internacional, por el otro, la política no muestra, más que nunca, su real, inmutable y profunda naturaleza. A la pregunta de si no están cambiando las y las de la política, siento la tentación de responder, aun cuando sólo sea como una especie de provocación: Nil sub sole novi. Y de repetir con Maquievelo: .(1)

No he citado a Maquiavelo por casualidad. Para no engañarnos por las apariencias ni ser inducidos a creer que cada diez años la historia empieza de nuevo, es preciso tener mucha paciencia y saber escuchar de nuevo las lecciones de los clásicos. Una lección que Marx había aprendido y que los marxistas y neomarxistas, que desdeñan demasiado a menudo ir más allá de Marx, han olvidado casi siempre. Entre otras cosas creo que actualmente el marxismo está atravesando una de sus crisis recurrentes y, si no me engaño, una de las mayores, y que el único modo serio de volver a darle a Marx el sitio que le corresponde en la historia del pensamiento político (no me refiero a la historia del pensamiento económico y a la historia de la filosofía que están fuera de nuestro debate pero presumo que el argumento no debería ser tan distinto) sea el de considerarlo como uno de los clásicos cuyas lecciones deben ser continuamente escuchadas y profundizadas, aun cuando no se esté dispuesto a creer que la verdad empieza en él y acaba con él.

Según la lección de los clásicos, que se suele hacer empezar por comodidad en Maquiavelo únicamente porque el pensamiento de Maquiavelo acompaña la formación del estado moderno, pero que se podría hacer empezar mucho más atrás, una lección, téngase en cuenta, que es también la de Marx, la política es la esfera donde se desarrollan las relaciones de dominio, entendido dicho dominio en su expresión más intensa, como el poder que puede recurrir, para alcanzar sus propios fines, en última instancia, o extrema ratio, a la fuerza física. Dicho de otra forma, el uso de la fuerza física, aún en última instancia, aún como extrema ratio, es carácter específico del poder político. El estado puede ser definido como el detentador del poder político y, por tanto, como medio y fin de la acción política de los individuos y de los grupos en conflicto entre sí, en cuanto es el conjunto de las instituciones que en un determinado territorio disponen, y están capacitadas para valerse de ella en el momento oportuno, de la fuerza física para resolver el conflicto entre los individuos y entre los grupos. Y puede disponer, y está capacitado para utilizar, de la fuerza física por cuanto tiene el monopolio de la misma. El abc de la teoría del estado, prescindiendo del cual no se logrará nunca comprender porque existe el estado, y al no comprenderlo se fantasea acerca de una posible extinción del mismo, es la hipótesis hobbesiana, que brevemente puede enunciarse así: la necesidad del estado nace de la convicción racional de los individuos según la cual el uso indiscriminado de las fuerzas privadas en libre competencia entre sí genera un estado autodestructivo de guerra de todos contra todos, y de la consiguiente renuncia por parte de cada uno al uso privado de la fuerza en favor del soberano que, a partir del momento en que se produce dicha renuncia, se convierte en el único titular del derecho a disponer de ella. La expresión , que se deriva de una evidente y correcta analogía entre la eliminación del libre mercado y la eliminación de la libre guerra, no es de Hobbes, sino de Max Weber, quien al adoptarla no se olvidó que antes que nada era un economista. Pero sirve perfectamente para representar la hipótesis hob-besiana del estado que nace de la necesidad en la que se encuentran los individuos racionales de sustituir la pluralidad de los poderes de los individuos singulares por la unidad del (esta expresión sí que es de Hobbes).(2)

No es distinto el concepto que Marx tiene del estado, con la diferencia de que él explica de una forma mucho más realista el nacimiento del estado no partiendo de una hipotética guerra de todos contra todos, que tuvo lugar en un estado de naturaleza construido racionalmente, sino de una histórica lucha de clases derivada, a su vez, de la división del trabajo, con la consecuencia de que esa que es, según Marx, el estado, es considerada no ya como el , sino como el poder de la clase dominante y, por tanto, el poder de una parte de la sociedad sobre la otra.

No valdría la pena insistir sobre la validez nunca venida a menos de la hipótesis hobbesiana si no fuera por la injustificada fortuna que ha tenido una interpretación del pensamiento de Hobbes, según la cual el estado de naturaleza, que Hobbes define repetidamente como de , ha sido entendido no como una representación llevada hasta sus últimas consecuencias de la guerra civil, o también del estado de guerra permanente tal vez más frecuentemente en estado latente entre los estados soberanos, sino como una prefiguración de la sociedad de mercado. (3)De una interpretación de este tipo se puede decir que, en vez de intentar comprender el pensamiento político de Marx a través del de Hobbes, ha intentado comprender el pensamiento político de Hobbes a través del de Marx, con el resultado de falsear el primero y hacer menos comprensible el segundo. Cualquier lector atento de las obras de Hobbes sabe cuantos y de que peso son los párrafos en los que éste identifica al estado de naturaleza con el estado de guerra y, en particular, con el estado de guerra civil, y por lo tanto con el antiestado, y que pocos e insignificantes son los párrafos que se pueden aducir estrujando y comprimiendo los textos para encontrar en la descripción del estado de naturaleza la prefiguración de la sociedad de mercado. Pero prescindiendo incluso del examen de los textos, la sociedad de mercado es, en la interpretación histórica corriente, exactamente lo opuesto al estado de naturaleza hobbesiano: mientras que éste es la esfera en la que se desencadenan las pasiones humanas, como la avidez por la ganancia, la desconfianza recíproca y la vanagloria, aquélla es concebida desde los inicios de la ciencia económica como el campo en el que hacen su aparición y son puestos a prueba los intereses bien calculados y el que el hombre ejercita ese cálculo de los intereses que según la definición hobbesiana de la razón como cálculo, es la más elemental expresión de la racionalidad humana. Y dado que es un cálculo racional lo que induce al hombre a salir del estado de naturaleza y a instituir la sociedad civil, ésta se contrapone cabalmente como estado del hombre de razón con el estado de naturaleza entendido como estado del hombre de pasión. En otras palabras, mientras el estado de naturaleza hobbesiano es el estado en que los hombres seguirían viviendo si no fueran también seres racionales, o sea, capaces de hacer el cálculo de sus propios intereses, la sociedad de mercado es una de las más singulares expresiones, como el lenguaje, de la racionalidad espontánea, por cuanto consiste en una red de relaciones cuya armonía no depende de una imposición, como lo es precisamente la que es ejercida por el estado para dominar las pasiones, sino que se deriva de una composición natural, o sea, inherente a la propia naturaleza de los intereses en juego (la denominada ). Como tal, el mercado no debe evitarse o suprimirse sino que debe redescubrirse y liberarse de todos los obstáculos que le impiden su libre movimiento, provenientes precisamente de ese poder político que, según Hobbes, representa en cambio el triunfo de la razón sobre la no razón, de la racionalidad impuesta (porque, para Hobbes, la racionalidad sólo puede ser impuesta como la libertad para Rousseau) sobre la espontaneidad que es por sí misma irracional y acaba por conducir al hombre naturaliter pasional a su propia perdición. Que los primeros críticos de la economía burguesa, entre los que estaba el propio Marx, hayan visto en la sociedad de mercado, además del producto de una racionalidad espontánea, la fuente de una permanente anarquía, de una hobbesiana guerra de todos contra todos, no es una buena razón para retrotraer una crítica de este tipo a Hobbes, para el cual la disolución del estado que traslada a los hombres al estado de naturaleza no depende tanto de causas económicas sino de la difusión a través de los demagogos y los falsos profetas de teorías sediciosas. Si es cierto que Marx ha puesto al hombre de pie con respecto a Hegel, con mayor razón eso es cierto con respecto a Hobbes.

Una vez admitido, por tanto, que existe un estado cuando sobre un determinado territorio se ha llevado a cabo el proceso de monopolización de la fuerza física, de ello se sigue que el estado, o la , como se dice ahora, deja de existir cuando, en determinadas situaciones de acentuada y e irreducible conflictualidad, el monopolio de la fuerza física va a menos o incluso, como sucede en las relaciones internacionales, no ha existido nunca. Una prueba de ello es que el estado puede consentir a la desmonopolización del poder económico, como sucedió en el período aúreo de la formación (y aún más de la ideología) del estado burgués, concebido como puro instrumento de regulación de los conflictos económicos que surgen en la sociedad civil, del estado no intervencionista, o neutral. Puede consentir a la desmonopolización del poder ideológico, como sucede siempre en los estados no confesionales (en el más amplio sentido de la palabra), en los que no existe una religión o, lo que es lo mismo, una doctrina o una ideología oficial, y son reconocidos los derechos de libertad religiosa y opinión pública. Pero no puede consentir a la desmo-nopolización del uso de la fuerza física sin dejar de ser un estado. Que Hobbes considerase necesario, además del monopolio de la fuerza física, también el monopolio del poder ideológico (pero no del poder económico), no impide que la conditio sine qua non de la existencia del estado fuera para él no el segundo sino el primero, hasta tal extremo que él combate como , que deben prohibirse, todas esas teorías que, de una u otra forma, discuten la necesidad del estado precisamente como único detentador del poder coactivo.

Que exista un estado cuando en un determinado territorio existe un centro de poder que detenta el monopolio de la fuerza no significa que este inmenso y exclusivo poder constituido por la posesión del monopolio de la fuerza sea ejercido en todos los estados de la misma forma. El estado que ejercita el poder coactivo , como habría dicho Montesquieu, es el estado despótico, el estado en su esencia,o, si se quiere, el estado en el momento de su origen ideal del desorden, del caos, de la anarquía del estado de naturaleza. Pero el estado despótico no se identifica con el estado tout court. En los grandes estados de occidente la historia ideal del estado puede ser representada como recorriendo otras dos etapas: la del estado de derecho y la del estado que, además de ser de derecho, es también democrático.

El estado de derecho, entendido el derecho kelsenianamente como el conjunto de las normas que reglan el uso de la fuerza, puede ser definido como el estado en el que el poder coactivo no es ejercido por el soberano a su arbitrio sino que existen unas normas generales y abstractas, y por tanto no válidas caso por caso, que establecen quién está autorizado a ejercer la fuerza, cuándo, o sea, en qué circunstancias, cómo, o sea, a través de qué procedimientos (lo cual significa que, excepto en caso de fuerza mayor el poder ejecutivo puede usar la fuerza de que dispone sólo después de un proceso regular), y en qué medida, lo que tiene como consecuencia que deba haber una determinada proporción, establecida de una vez por todas, entre culpa y castigo. A diferencia de lo que ocurre en el estado despótico, en el estado de derecho es posible distinguir no sólo la fuerza legítima de la ilegítima (considerando legítima cualquier acción que provenga del soberano, o sea del que posee el poder efectivo), sino tambien la fuerza legal de la ilegal, o sea, la fuerza basándose en leyes preestablecidas y la fuerza utilizada contra las leyes. La lucha por la instauración y el progresivo perfeccionamiento del estado de derecho es la lucha para el establecimiento y la ampliación de los límites del uso de la fuerza. Considero otras tantas batallas para el estado de derecho, entendido rigurosamente como el estado en el que el uso de la fuerza es paulatinamente regulado y limitado, las batallas para la mejora de las condiciones de vida en los manicomios y en las cárceles. Lo que se cuestiona en estas batallas es la limitación del uso de la fuerza tomando como base la distinción entre uso lícito y uso ilícito, y a través de las restricciones del uso lícito y la ampliación del ilícito. Una ley que establece que los padres no pueden pegar a sus hijos, ni los maestros a sus alumnos, entraría perfectamente en el esbozo general del estado de derecho, o sea, en un tipo de estado en el que cada forma de ejercicio de la fuerza física esta regulada por unas normas que permiten distinguir el uso legal del uso ilegal.

Recurrir a la fuerza es el medio tradicional y más eficaz (tradicional precisamente por su gran eficacia) de resolver los conflictos sociales. Y no basta regularlo para limitarlo y aun menos para eliminarlo. Uno de los mayores problemas de cualquier convivencia civil es de crear instituciones que permitan resolver los conflictos, si no todos los conflictos que puedan surgir en una sociedad, al menos la mayor parte, sin que sea necesario recurrir a la fuerza, más bien a la fuerza legítima, porque es la ejercida por el soberano, y legal, porque es ejercida en el ámbito de las leyes que la regulan. El conjunto de las instituciones que hacen posible la solución de los conflictos sin recurrir a la fuerza constituyen, además del estado de derecho, el estado democrático, lo que equivale a decir el estado en el que está vigente la regla fundamental de que en cada conflicto el vencedor no es ya quien tiene más fuerza física sino más fuerza persuasiva, o sea, aquél que con la fuerza de persuasión (o de la hábil propaganda o incluso de la fraudulenta manipulación) ha logrado conquistar la mayoría de votos. Utilizando un lenguaje funcionalístico se puede decir que el método democrático es el sustituto funcional del uso de la fuerza para la solución de los conflictos sociales. Un sustituto no exclusivo, pero del que no se puede desconocer su enorme importancia para reducir el ámbito del puro dominio: el debate en vez del enfrenta-miento físico, y después del debate el voto en vez de eliminar físicamente al adversario. Mientras la institución del estado de derecho influye sobre el uso de la fuerza regulándola, la institución del estado democrático influye en ella reduciendo su espacio de aplicación.

La distinción de estos tres momentos en la formación del estado moderno -el estado como pura potencia, el estado de derecho y el estado democrático- es un esquema conceptual que vale lo que vale. Vale como todos los esquemas para poner un poco de orden en la discusión. Y, en particular, a mí me sirve para iniciar un debate sobre la actual crisis de las instituciones en nuestro país. Invirtiendo el orden de los tres momentos, la gravedad de la crisis institucional de nuestro país consiste en el hecho de que, ante todo, está en crisis el estado democrático (sobre el cual deseo detenerme de modo particular en la segunda parte de mi exposición); y está en crisis el estado de derecho en el sentido de que están yendo a menos algunas garantías acerca del uso de la fuerza legítima; está en crisis el propio estado como tal, en cuanto pura potencia, como se hace cada día más evidente al ver extenderse la violencia privada y la increíble capacidad que la misma tiene para resistir eficazmente a la ofensiva de la violencia pública. Se trata de tres crisis distintas, que se sitúan a tres distintos niveles de la formación del estado moderno, pero que están estrechamente relacionadas. La ineficiencia de nuestra democracia induce a grupos revolucionarios y subversivos a intentar resolver con la fuerza los problemas que el método democrático mal usado no logra resolver, lo cual pone en entredicho al propio estado como el único detentador de la fuerza legítima; la tendencia resolver los conflictos con la fuerza conduce a la gradual suspensión de algunas normas características del estado de derecho; el deterioro del estado de derecho agrava la crisis de la democracia dando lugar a un auténtico y real círculo vicioso.

2. Me detengo de forma particular en la crisis de la democracia tanto porque es el objeto principal del debate no sólo en Italia, como también, al menos en el caso de nuestro país, es la crisis principal que arrastra detrás de sí a las otras dos. Continúo por tanto completo ese párrafo de un escrito anterior en el que había presentado cuatro paradojas de la democracia derivadas: a) del contraste entre democracia, considerada tradicionalmente como el régimen adecuado para las pequeñas comunidades, y las grandes organizaciones; b) del contraste entre la eficacia del control democrático y el aumento desproporcionado, precisamente como consecuencia del desarrollo democrático, del aparato burocrático del estado; c) del contraste entre la incompetencia del ciudadano situado frente a problemas cada vez más complejos y la exigencia de soluciones técnicas accesibles sólo a los especialistas; d) del contraste, finalmente, entre el presupuesto ético de la democracia, la autonomía del individuo, y la sociedad de masas, caracterizada por el individuo heterodirigido.(4) Para definir con una expresión el nuevo tema se trata no tanto de la contradicción en la que cae todo régimen democrático sino de sus efectos perversos: perversos en el sentido de que en el propio seno de las democracias se desarrollan situaciones que la contradicen y amenazan con derrocarla.

Tomo en consideración tres problemas: a) la ingobernabilidad; b) la privatización de lo público; c) el poder invisible.

Sobre el primer problema, el de la ingobernabilidad, pasaré rápidamente, porque ya existe, aunque no en Italia, una amplia literatura al respecto. Naturalmente aquí no se trata de la ingobernabilidad a la italiana,o sea, en el sentido de las crecientes dificultades para formar coaliciones estables de gobierno, como lo han demostrado los tres fines prematuros que ya han tenido lugar y el cuarto que va a producirse,(5) de las legislaturas. Se trata de la ingobernabilidad entendida como consecuencia de la desproporción entre demandas que provienen cada vez en mayor número de la sociedad civil y la capacidad que tiene el sistema político para responder a las mismas. Nos vemos obligados a constatar cada día más que la máquina estatal, incluso la más perfecta, se ha hecho demasiado débil y demasiado lenta para satisfacer todas las demandas que los ciudadanos y los grupos le formulan. Este inconveniente está estrechamente relacionado con la democracia, de la que puede considerarse un efecto perverso, porque el régimen democrático es precisamente aquél que más que cualquier otro facilita, y en cierto modo requiere, la presentación de demandas por parte de los ciudadanos y los grupos. No se puede comparar la cantidad de demandas que podía formular al estado un campesino analfabeto del siglo pasado, que ni siquiera podía votar, cuando aún no existían los sindicatos y sólo había los partidos de élites, con las que puede formular un obrero sindicado y políticamente militante en la actualidad. Ese campesino emigraba o se moría de hambre. El obrero sindicado y militante de hoy lucha diariamente para mejorar sus propias condiciones de vida, y el gobierno, si quiere sobrevivir, no lo puede ignorar. Las instituciones que permiten la presentación de las demandas son las instituciones típicas del estado democrático, empezando por el sufragio universal, para pasar a través de la libre formación de los sindicatos y de los partidos, las varias libertades entre las que son fundamentales la libertad de publicación, reunión y asociación. No debe maravillarnos que una de las más clamorosas consecuencias de la emancipación política haya sido la poten-cialización de los servicios públicos y, por tanto, del aparato estatal, hasta el límite de la , de cuya cons-tatación ha surgido en estos años, y se ha extendido rápidamente, el debate sobre la ingobernabilidad.

Planteado el problema de la ingobernabilidad como problema de diferencia entre demanda y respuesta, se comprende que las soluciones extremas posibles son sustancialmente dos: o la disminución forzada de las demandas, que es la solución autoritaria; o bien el reforzamiento y la mejora del estado de los servicios, que es la solución social-democrática. Y no es ninguna casualidad que allí donde la solución social-democrática, en palabras pobres, el estado asistencial, marca el paso, hace su aparición la solución autoritaria. Respecto al problema de la ingobernabilidad, un régimen autoritario puede ser reinterpretado como el régimen que resuelve el problema no aumentando la capacidad del estado para proveer a las crecientes expectativas, sino comprimiendo la capacidad de los ciudadanos y de los grupos para proponer nuevas demandas mediante la supresión de todas aquellas instituciones, desde el sufragio universal a las libertades de publicación o de asociación, que caracterizan la ciudadanía activa. De igual forma, un estado socialdemo-crático puede ser reinterpretado como el estado que intenta resolver el problema de las crecientes expectativas no bloqueando las demandas sino aceptando el desafío planteado por el desarrollo de la democracia a través de la cada vez más eficiente organización del estado llamado social o de servicios. Que este estado, llamado despreciativamente, y erróneamente, , esté en crisis, no quiere decir que para resolver el problema de la gobernabilidad no haya otra alternativa que la de la destrucción de la democracia o el retorno al estado mínimo de la tradición liberal, tal como auspician los neoliberales.

Desde el punto de vista de la el problema de la ingober-nabilidad presenta alguna interesante base de reflexión. Uno de los temas recurrentes de la historia política ha sido siempre el del abuso del poder. La distinción capital entre un buen gobierno y un mal gobierno se establece tomando como base el criterio del buen o mal uso del poder, donde por mal uso se entiende un poder ejercido más allá de los límites fijados por las leyes, y, por lo tanto exorbitante. El problema de la ingobernabilidad plantea el problema contrario, no del exceso sino del defecto de poder, no del poder exorbitante sino del poder deficiente, inepto, incapaz, no tanto del mal uso del poder sino del no uso. Uno de los escasos autores que ha tratado con su habitual agudeza (también Hobbes merece el título de acutissimus que Spinoza le había atribuido a Maquia-velo) ha sido el autor del Leviatán, para el cual es irrelevante el problema clásico del exceso de poder que permitía distinguir al buen soberano del mal soberano (¿cómo podría excederse en el ejercicio de su poder el soberano, cuyo poder, por definición, es ilimitado?), mientras que no es irrelevante el problema del soberano que no logra, bien por debilidad, o bien por otros motivos de incapacidad, ejercer el poder que el pueblo, al someterse, le ha atribuido. Es tan poco irrelevante que la razón principal por la que los súbditos pueden considerarse libres de la obligada obediencia al soberano es, según Hobbes, su ineptitud para el mando y, por con-siguiente, la incapacidad para cumplir con el deber fundamental que es el de protegerlos de los daños que cualquiera puede hacer al otro y de aquellos que puedan provenir de otros estados. Hobbes se limita a hablar de protección porque en su concepción el principal fin del estado es el orden interno y externo. Actualmente el ciudadano no le pide al estado sólo la protección sino otras cosas. No obstante el problema no cambia. E, incluso, se ha agravado. El estado está en crisis cuando no tiene el poder su-ficiente para cumplir con sus deberes. El problema de la ingobernabili-dad es la versión contemporánea del problema del estado que peca no por exceso sino por defecto de poder (se entiende del poder dedicado a la solución de los problemas de interés colectivo, a la búsqueda del ).

Si se observa lo que ha ocurrido en Italia en el curso de estos treinta años nos encontramos frente a un clamoroso ejemplo de diferencia creciente entre la demanda social y la respuesta política. Piénsese únicamente en todas las reformas propuestas, continuamente aplazadas o abandonadas, en las montañas de palabras que provocan hechos tan grandes como un ratón, al retraso con que los órganos decisorios del estado responden a las demandas que en una sociedad compleja y articulada tienen prisa por ser satisfechas, y al retraso aún mayor con el que los órganos ejecutivos ponen en práctica las decisiones adoptadas con muchas dificultades. Son cosas demasiado sabidas como para que sea necesario llamar la atención del público sobre ellas, pero que representan la prueba evidente de una democracia mal gobernada.

Por entiendo el proceso inverso al que se ha denominado y que ha sido hasta ahora considerado por los escritores políticos y los juristas como el proceso natural del desarrollo del estado moderno, que debe reconocerse en la gradual absorción de la sociedad civil en el estado. Y lo que está ocurriendo ante nuestros ojos puede ser interpretado como la derrota de la idea del estado como punto de convergencia y de solución de los conflictos sociales, como síntesis, como un punto por encima de las partes, en resumen, de la concepción sistemática del estado, tan querida por los politicólogos contemporáneos, como el sistema de los sistemas. Si se identifica en la ley la manifestación más alta de la voluntad colectiva, y la prueba crucial de la existencia de una esfera pública superior a la esfera privada, una serie de fenómenos a los que asistimos en la sociedad contemporánea pueden ser definidos como un desquite del contrato, o sea, de la típica manifestación jurídica de la esfera privada. Más que como una manifestación de la voluntad colectiva el estado contemporáneo se presenta, para utilizar la feliz expresión de Carlo Cattaneo, que no se ha dejado encantar por las definiciones metafísicas de este ente supremo que se yergue imperioso sobre la voluntad de cada uno, como una entre diversos intereses. El instrumento típico de esta inmensa transacción es bastante más el acuerdo informal entre las distintas partes que componen la sociedad civil que no la institución formal, y minuciosamente regulada por la constitución, de la ley.

A fin de cuentas, la función principal del estado, pero sería mejor decir del gobierno, que es el órgano central de dirección y solución de los asuntos públicos, es la de mediador y como máximo de garante de los acuerdos que se establecen entre las grandes organizaciones (sindicatos, empresas, partidos) en conflicto entre sí, cuando no es él mismo una parte en causa, una contraparte. Las grandes organizaciones actúan como entes casi soberanos, como grandes potentados, que tienen entre sí unas relaciones destinadas a concluir en acuerdos mucho más parecidos a los tratados internacionales, sometidos a la cláusula rebus sic stantibus, que no a una ley, que debe ser obedecida sin condiciones (la obligación de obedecer a las leyes es la obligación primaria de todos los ciudadanos, como está prevista, por otra parte, en el artículo 54 de la Constitución italiana). La mejor demostración de la existencia de estos potentados semisoberanos es la tesis de los grandes sindicatos relativa a la autoregulación del derecho de huelga. No es necesario estar muy versado en derecho público para saber que la autorreglamentación es la prerrogativa del ente que se considera soberano, entendida la soberanía precisamente como el poder de autodeterminarse o autolimitarse, de determinar sin ser a su vez deter-minados, de limitar sin ser a su vez limitados.

Una de las manifestaciones más macros-cópicas de la privatización de lo público es la relación de clientela, relación típicamente privada, que ocupa en muchos casos el lugar de la relación pública entre representante y representado. La relación política es una relación entre el que da protección para recibir consenso (y a través del consenso su propia legitimación) y quien ofrece su propio consenso a cambio de protección (a veces también de otros bienes o recursos de que dispone el poder público). Esta relación se puede denominar pública cuando no tiene lugar entre Pedro, hombre público, y Pablo, ciudadano privado, sino entre la categoría de los representantes en su conjunto y este o aquel grupo de ciudadanos que han presentado a los representantes unas demandas a través de esos canales constitucionales legitimados para transmitir la demanda que son los partidos, en suma, cuando no se trata de una relación directa, de persona a persona, sino de una relación, impersonal o indirecta, entre el órgano encargado de dar respuestas a las demandas de los ciudadanos y este o aquel grupo político organizado para la transmisión de la demanda. Como es sabido (pero normalmente los instigadores de la democracia directa lo olvidan), la razón de la prohibición del mando imperativo está precisamente en la exigencia de transformar la relación política privada, entendida como relación de intercambio entre personas, característica de la sociedad feudal, en una relación pública característica del estado legal y nacional de acuerdo con la interpretación weberiana. Esta misma relación política se transforma en una relación privada cuando sucede, como sucede en la relación patrono-cliente, actualmente estudiada tanto en las sociedades antiguas como tambien considerada una degeneración del estado representativo en las sociedades contemporáneas, que el que dispone de recursos públicos, tanto si es un diputado, un administrador local o un funcionario estatal, los utiliza como recursos privados a favor de tal o cual ciudadano, el cual, a su vez, ofrece su propio voto o su propia preferencia a cambio de cualquier favor, o bien de cualquier ventaja económica o de cualquier otro beneficio, que el hombre político o el administrador o el funcionario sustraen al uso público.(6)

Sobre el tercer y último tema del poder invisible me limitaré a hacer algunas observaciones.(7) El punto de partida me lo ha proporcionado un párrafo de Kant, contenido en el apéndice del Tratado para una paz perpetua titulado Del acuerdo de la política con la moral según el concepto trascendental del derecho público. Kant considera la como condición necesaria de la justicia de una acción, poniendo como fórmula trascendental del derecho público el siguiente principio: Que una máxima no sea susceptible de hacerse pública quiere decir que, si alguna vez fuera hecha pública, suscitaría tal reacción que sería difícil, sino incluso imposible, llevarla a efecto. Kant aplica el principio, en el derecho interno, al presunto derecho de resistencia o de insurrección al soberano, argumentando que ; y, en el derecho internacional, al derecho del soberano de infringir los pactos establecidos con otros soberanos, argumentando que si en el propio acto de establecer un pacto con otro estado el estado contratante declarase públicamente que no se siente vinculado con el pacto establecido, , con la consecuencia de que .(9)

Me parece indudable que la publicidad es uno de los caracteres relevantes del estado democrático, que es precisamente el estado en el cual deberían disponerse todos los medios para hacer, efectivamente, que las acciones de quien detenta el poder sean controladas por el público, que sean, en una palabra, . El estado democrático es el estado donde la opinión pública debería tener un peso decisivo para la formación y el control de las decisiones políticas, donde está establecido por principio que las sesiones del parlamento son públicas, que todo lo que se dice durante los debates en asamblea es publicado íntegramente de forma que todos puedan tener noticia de ello, y no sólo los que están presentes en la sesión, y los periódicos son libres de manifestarse a favor o en contra de las acciones del gobierno. En una palabra, una de las muchas posibilidades de interpretación del estado democrático es la que lo representa como una casa de cristal en la que ya no hay amnesia y ni siquiera son posibles los arcana imperii característicos del estado autocrático, de ese estado en el que es válida la máxima . El político democrático es uno que habla en público y al público y, por tanto, debe ser visible en cada instante (con una visibilidad que, con la difusión de los medios de comunicación de la imagen a distancia, ya no es ni siquiera una metáfora). Por el contrario, el autócrata debe verlo todo sin ser visto. Su poder esta hecho a imagen y semejanza del de Dios que es omnividente invisible, y es tanto más potente cuanto que todos son vistos por él y él no es visto por nadie (recuerdo que cuando estaba de moda una frase en broma sobre la propaganda electoral del partido democristiano: , repliqué que en un estado ateo, que ha hecho de la inexistencia de Dios un dogma de gobierno, y está basado totalmente en una política capilar-mente persuasiva, según la imagen de Orwell, era válida la frase opuesta: ).

Entendámonos, cuando hablo del autócrata invisible no me refiero a su aspecto externo. El poder cuanto más autocrático es más debe aparecer en el exterior con los signos inconfundibles de su potencia: la puesta en escena en medio de la ciudad, la corona y el cetro, la magnificencia de los ropajes, el cortejo de los nobles, la difusión de los símbolos en su sentido propio de . Pero debe hacerse notar de inmediato que esta visibilidad puramente exterior no se corresponde con una igual visibilidad de la sede, el en el que se toman las decisiones políticas. A la visibilidad del actor o de los actores, necesaria para infundir el sentimiento de respeto o de temor reverencial para quien es el dueño de la vida y de la muerte de sus propios súbditos, se contrapone la invisibilidad de las acciones necesarias para garantizar, junto con la incontrolabilidad, la más absoluta discrecionalidad.

Considero relevante el problema del poder invisible porque uno de los aspectos preocupantes de nuestra democracia es que la publicidad, la transparencia, la visibilidad del poder no han resistido , en estos años, la prueba. Me sorprende muchísimo ver lo poco que se ha reflexionado por parte de los escritores políticos sobre la importancia que ha asumido en nuestra vida cotidiana el poder oculto, tanto por parte del estado como por parte del Antiestado. Servicios secretos por una parte y grupos terroristas por otra han sido siempre dos rostros del mismo fenómeno, o sea del poder que se oculta para ser más invulnerable. No es necesario subrayar cuan grande ha sido la influencia en la vida política de nuestro país de la acción política invisible, de la matanza de la plaza Fontana al terrorismo de nuestros días.

Pero lo que sí tengo prisas por subrayar es que el tema del poder oculto, olim de los arcana imperii, o lo que es lo mismo, de los arcana seditionis, ha sido completamente eliminado de los tratados de ciencia política y de derecho público como si ya no tuviera ningún interés, como si, con la aparición de los estados constitucionales modernos y con la formación de la opinión pública, el fenómeno hubiera desaparecido por completo. Piénsese, por contraste, en el espacio que ocupa el tema de las conjuras en la obra de Maquiavelo, que le dedica uno de los capítulos mas densos de sus Discursos. Será positivo que, de ahora en adelante, se le dedique un espacio igual de amplio en nuestros próximos estudios.

Al tema de la visibilidad e invisibi-lidad del poder se suman otros dos temas: el de la ideología como ocultación y el de la creciente capacidad para conocer los comportamientos de los ciudadanos, y por tanto de , a través de la organización pública de centros de información cada vez más perfeccionados y siempre más eficaces mediante la utilización de medios electrónicos.

Una de las funciones de la ideología es la de ocultar la verdad con objeto de dominio: el interés de una clase hecho pasar por el interés colectivo, la libertad de unos pocos hecho pasar por la libertad sin limitaciones, la igualdad puramente formal hecha pasar por la igualdad sustancial o de oportunidad, etc. Por tanto el poder tiende no sólo a esconder, a no hacer saber quién es y dónde está, sino incluso a esconder sus auténticas intenciones en el momento en que sus decisiones se hacen públicas, a hacer aparecer lo que no es (o de la simulación). Quien esté un poco familiarizado con la literatura de la razón de estado sabe cuán grande es el lugar que ocupa el tema de la simulación y de la disimulación: este también es un buen motivo para volver a utilizar los clásicos del pensamiento político. El único antídoto ante esta tendencia de quien detenta el poder es la crítica pública, la cual debe proponerse la tarea del , o, con una palabra de la que se ha abusado mucho pero aquí totalmente adecuada, de la . Es inútil añadir que sólo en un estado democrático, en el que una de las reglas fundamentales del juego es la licitud de la disensión, esta tarea de la libre crítica puede encontrar las condiciones indispensables para su propio desarrollo.

Acerca de la real potenciación de los medios que tiene el poder para ver lo que sucede en la sociedad sobre la que se expande, debemos decir que no es posible comparar su intensidad y su extensión, característica de un estado moderno que tenga el monopolio de los medios de información o, por lo menos, de un cierto tipo de medios de información, con la de un estado, aunque sea más absoluto y despótico, de la antigüedad. Quien lea actualmente las narraciones históricas cada vez más frecuentes y numerosas de las rebeliones campesinas que estallaban de improviso y no por temporadas durante el dominio de las monarquías absolutas, se da cuenta de lo poco que lograba el monarca con su aparato de funcionarios, que las rebeliones se desencadenaban sin que el poder pudiera prevenirlas, si bien después no se mostrara muy sutil en el momento de reprimirlas. Se trata también, en este caso, de un fenómeno que va en sentido inverso a la ampliación y reforzamiento de la democracia. A medida que aumenta la capacidad del estado para controlar a los ciudadanos debería aumentar la capacidad de los ciudadanos para controlar al estado. Pero este crecimiento paralelo esta muy lejos de verificarse. Entre las diversas formas de abuso del poder está, actualmente, la posibilidad por parte del estado de abusar del poder de información, distinto al abuso del poder clásico que era individualizado esencialmente en el abuso de la fuerza. Se trata de un abuso de poder tan distinto y nuevo que deberían imaginarse y poner en práctica nuevas reglas sobre los límites del poder del estado. Y estamos aún muy lejos de haberlo hecho. Pero baste por ahora haber aludido al problema que merecería en un futuro mayor consideración.

Ingobernabilidad, privatización de lo público y poder invisible, son tres aspectos de la crisis de la democracia, que se deja sentir un poco por todas partes pero que es particularmente grave en Italia. Además, en nuestro país la crisis de la democracia se ve agravada también por la crisis del estado de derecho, como lo demuestran diariamente los escándalos derivados del hecho de que, por debajo del gobierno constitucional, trabaja activamente otro gobierno (llamado acertadamente ) , y de la crisis del estado tout court, como lo demuestra el desencadenamiento de la fuerza privada, que la fuerza pública no logra dominar. Me he detenido particularmente en la situación de peligro hacia la que va el sistema democrático porque considero que el resaneamiento y la solución de esta crisis es la condición necesaria para la solución de las otras dos.

1-N. Maquiavelo, Discursos, III, 43.
2-T. Hobbes, Leviathan, ed. M. Oakeshott, Oxford, Blackwell, p.82.
3-Me refiero al libro de C. B. Macpherson, The Political Theory of Possessive Individualism, Oxford, Clarendon Press, 1962.
4-N. Bobbio, Quale socialismo?, Turín, 1976, pp. 45-52.
5-Tan inminente -cuando escribía estas páginas (enero 1981)-, como que se verificó puntualmente, sólo que dos años después.
6-Sobre este tema me he detenido más extensamente en dos artículos sucesivos: Liberalismo vecchio e nuovo, en Mondoperaio, Nº 11, 1981, pp.86-94; y Perché torna di moda il contrattualismo, en Mondoperaio, Nº 11, 1982, pp. 84-92.
7-Para un desarrollo más amplio me limito a mi artículo La democrazia e il potere invisible, en Rivista italiana de scienza politica, X, 1980, pp. 189- 203.
8-Kant, Escritos políticos.
9-Tasso. El rey Turismundo, vv. 408-9.

domingo

El Polo: Unido y fortalecido


Después de nueve horas de discusión y análisis sobre la posición del Polo frente a las FARC, el Comité Ejecutivo del partido y la bancada parlamentaria expidieron, por unanimidad, en la madrugada de este jueves, una declaración pública en la que se ratificaron la unidad del partido, la condena a todo acto violento o terrorista, y se abogó, una vez más, por el acuerdo humanitario y la salida política al conflicto.

El Ejecutivo manifestó que Carlos Gaviria “es garantía de esta unidad y símbolo ante el país”, a la vez que rechazó las declaraciones de las FARC contra algunos miembros del Polo.

La máxima instancia de decisión del Polo ratificó, también, su rechazo y condena a la muerte de los diputados del Valle y señaló a las FARC como los responsables de ese “trágico final”.

Polo Democrático Alternativo Jueves 20 de septiembre de 2007

DECLARACIÓN DEL COMITÉ EJECUTIVO NACIONAL DEL PDA
El Comité Ejecutivo Nacional del POLO, reunido en Bogotá el día 19 de septiembre expide, por unanimidad, la siguiente declaración:

1. El POLO es un partido pluralista, democrático y civilista en el cual conviven diversas tendencias unificadas en el acatamiento al Ideario de Unidad, los estatutos y los demás documentos programáticos que enmarcan su acción en el Estado Social de Derecho, y que rechazan el uso de las armas para acceder al poder o como instrumento de acción política para buscar beneficios en alianza con el narcotráfico, la guerrilla y el paramilitarismo.

Reafirmamos la unidad del POLO como un partido con opción de poder. Existen bases sólidas ideológicas, políticas y organizativas que garantizan su unidad. El presidente Doctor Carlos Gaviria es garantía de esta unidad y símbolo ante el país, de nuestro compromiso con la institucionalidad democrática.

2. Respecto de la utilización de formas violentas de acción con propósitos electorales lo único que no puede ocultarse ante el país y el mundo es el hecho judicialmente probado de que la elección del Presidente Uribe, y sus amigos en el Congreso, estuvo acompañado de apoyos del paramilitarismo.

3. De igual manera, es parte del ideario político del POLO el rechazo de los métodos utilizados por distintos protagonistas de la confrontación en el conflicto armado interno tipificados como infracciones a las normas del Derecho Internacional Humanitario, crímenes de guerra o de lesa humanidad. El POLO condena todas estas prácticas atroces, así como la toma de rehenes, reclutamiento de menores, actos de violencia sexual, ejecuciones extrajudiciales, desapariciones forzadas, retenciones arbitrarias, torturas, uso de armas y explosivos de acción indiscriminada, ataques a bienes e infraestructura, servicios públicos, a la población civil y todo acto de terrorismo.

4. Nos oponemos una vez más a la violencia, al terrorismo y a la guerra. Reafirmamos nuestro apoyo a la solución política del conflicto armado. Condenamos el homicidio de los once diputados del departamento del Valle. Señalamos la responsabilidad de sus captores, las FARC, en su trágico final. Rechazamos la práctica del secuestro, exigimos la libertad de todos los cautivos y presos políticos, y respaldamos las iniciativas de la comunidad internacional y de Jefes de Estado por el intercambio humanitario y el cese de la violencia y de la guerra.

5. No aceptamos y condenamos las declaraciones hechas por miembros de las FARC en contra de Gustavo Petro, María Emma Mejía, Luis Eduardo Garzón y Antonio Navarro y otros dirigentes del POLO, así como los señalamientos del jefe del Estado y otros funcionarios contra los integrantes y líderes de nuestro partido como “guerrilleros de civil”; y las amenazas a candidatos y candidatas de nuestro partido y de otros partidos, por parte de cualquiera de los actores armados ilegales y cuerpos de seguridad del Estado, a quienes les exigimos el respeto y la no interferencia en el proceso electoral que se avecina.

De la misma manera, rechazamos el montaje y las acusaciones falsas y temerarias contra el Senador del POLO Alexander López, hechas por un integrante activo de grupos paramilitares, preso en la cárcel de Palmira.
6. El POLO ratifica la condena a las políticas antidemocráticas, guerreristas y antipopulares del presidente Alvaro Uribe, porque ellas son contrarias a los intereses económicos sociales y políticos de los colombianos y al programa del POLO.

7. El Comité Ejecutivo Nacional llama a toda su militancia a redoblar esfuerzos en la campaña electoral en curso, ganar la adhesión de la ciudadanía a nuestros candidatos propios o de alianzas con base en acuerdos programáticos, así como el apoyo decidido a la candidatura del Doctor Samuel Moreno Rojas, próximo Alcalde de Bogotá.

Suscrito por el Comité Ejecutivo Nacional y la bancada parlamentaria.
La sesión que estuvo presidida por el Presidente del partido, Carlos Gaviria, y el Secretario General, Daniel García-Peña, se desarrolló en un hotel del centro de la ciudad y a ella asistieron todos los miembros del CEN y los integrantes de la bancada con asiento en el Congreso de la República.

“Se está poniendo en peligro unidad del Polo"


Bogotá, Septiembre 13 (El Tiempo). El maestro Carlos Gaviria, Presidente nacional del PDA, rompió su silencio sobre la polémica desatada al interior del PDA y señala con toda claridad en entrevista con el diario el Tiempo, el interés personalista y electoral de Gustavo Petro y Lucho Garzón.

Afirma en una de sus respuestas: “Petro puede tener el síndrome del converso, lo mismo que Lucho Garzón. Lucho fue comunista, entonces ahora quiere borrar los rastros y reliquias de la mala vida pasada como diría el padre Astete. Petro fue guerrillero y quiere convencer a todo al mundo de que nada tiene que ver con las armas. Yo no me tengo que esforzar tanto, posiblemente por eso sea que ellos ven poco énfasis en lo que yo digo, porque quien no me va creer a mí que no tenga nada que ver con la lucha armada”.

¿Cuál es su visión de lo que está pasando en el Polo?
Dentro del Polo hay tendencias, matices, discrepancias, pero eso nunca nos ha molestado. Una de las grandes riquezas que tiene el Polo es su pluralismo, siempre que sepamos tramitar nuestras diferencias, pero eso no está pasando

¿Por qué?
La primera condición para que eso sea así, es que se planten e dentro del Polo y no a través de los medios como una voz más de las que constantemente censura al Polo. Ahora no solo me tengo que defender de las afirmaciones del doctor José Obdulio sino de las del senador Gustavo Petro.

¿Petro está desobedeciendo al partido?
A mí no me gusta ese término. Él debería actuar dentro del partido, y eso no es más que actuar dentro del ideario político y dentro los estatutos del Polo.

Que le incomoda de lo que dice Petro?
Por ejemplo, que si opina a nombre del partido, diga que para el Polo el proyecto Uribe no debe ser una prioridad, cuando para nosotros sí lo es. Consideramos que el proyecto Uribe no es simplemente la presidencia de Álvaro Uribe sino que existe un proyecto tendiente a apuntalar el establecimiento, y que justamente la razón del Polo es oponerse a eso.

¿Este es un asunto de candidaturas?
Si ya empezaron las campañas le puedo notificar a Lucho Garzón y a Petro que conmigo pueden estar tranquilos porque no seré un obstáculo para sus aspiraciones.

Se va del Polo?
De la presidencia posiblemente, del partido no me voy. Si dejo la presidencia puedo opinar con mayor libertad sin propiciar de pronto una división, porque hay gente que ve en mí un aspirante a la presidencia y resulta que para combatirme a mi lo que hace es propiciar la división.

¿Eso soluciona el problema?
Lo que conjeturo y eso es lo que estoy tratando de verificar, es que si mi salida propicia la unidad del Polo, pues debo retirarme.

¿Cuando se va?
No le he puesto plazo, estoy evaluando los hechos.

¿Qué le dicen esos hechos?
Que se está poniendo en peligro la unidad del Polo, pero no he calculado hasta donde ese peligro esté vinculado a mi presencia en la presidencia.

Pero se quiere ir?
No veo la hora de volver a mis cosas, a mi biblioteca, sin la responsabilidad que ahora tengo, pero seguiré siendo militante del Polo porque yo creo en este proyecto.

¿Garzón y Petro está usando esto para hacer campaña en el 2010?
Definitivamente sí.

¿Qué le incomoda de Petro: la forma como actúa o lo que dice?
Las dos cosas, pero sobre las Farc todos estamos de acuerdo en censurar y deplorar todos los delitos de las Farc: En lo que si no estoy de acuerdo es en que la intensidad con que yo deplore esa lucha armada me la tenga que dar el doctor Petro.

¿Esto puede acabar con el Polo?
Espero que no, espero que lo podamos superar, voy a poner todo de mi parte, a tratar de despersonalizar este debate. Por mí, tenga la certeza de eso, yo he cultivado celosamente este proyecto y su unidad. Sería una irresponsabilidad tirar por la borda este proyecto.

¿Cuál es la solución?
Conversar, debatir, decidir mayoritariamente, ojalá que haya consensos.
Petro dice que no le tiene que pedir permiso para condenar a las Farc...
Él es libre de opinar pero cuando uno ingresa a un partido tiene que saber el alcance de lo que dice y sobre todo, si lo hace a nombre del partido. Fundar una iglesia luterana dentro del catolicismo, sería como fundar el ala uribista del Polo.

¿El apoyo de Lucho a Petro es para recomponer sus cosas con el Polo?
Yo no se si es recomponer sus cosas con el Polo o recomponer sus cosas.

¿Cómo ve el apoyo de Lucho a Petro?
Me dicen que Lucho y Petro llevaban muchos años sin hablarse, enemistados y que salió a apoyarlo, esa actitud puede tener interpretaciones benévolas o malévolas.

¿Al Polo le ha faltado dureza con las Farc como lo dice Petro?
De ninguna manera. Yo creo que él repite el treno, el lamento del establecimiento.
¿Se está lavando la cara para el 2010?
Petro puede tener el síndrome del converso, lo mismo que Lucho Garzón. Lucho fue comunista, entonces ahora quiere borrar los rastros y reliquias de la mala vida pasada como diría el padre Astete. Petro fue guerrillero y quiere convencer a todo al mundo de que nada tiene que ver con las armas. Yo no me tengo que esforzar tanto, posiblemente por eso sea que ellos ven poco énfasis en lo que yo digo, porque quien no me va creer a mí que no tenga nada que ver con la lucha armada.

ENTREVISTA A LUIS EDUARDO GARZON


EL TIEMPO 9 DE DICIEMBRE DE 2007

Si me echan del Polo, hago el Partido de la Calle', dice Lucho Garzón Garzón dice que no se va a "mamar" reglas de juego para escoger candidato o líder que sean del tipo de las que usan los partidos tradicionales para excluir voces diferentes.

El alcalde capitalino habló sin tapujos sobre política con Roberto Pombo. Plantea sus diferencias con la dirigencia de la agrupación y habla de su futuro político, a propósito del lanzamiento de su libro con Julio Sánchez Cristo.Roberto Pombo, Editor General de EL TIEMPO:
En general, las entrevistas con políticos colombianos hay que leerlas entre líneas. ¿Usted me promete que esta no va a ser una de esas?

Lucho Grazón: Si me promete que usted tampoco va a hacer preguntas entre líneas.
Prometido.Listo.
Leído el libro de la entrevista suya con Julio Sánchez Cristo, queda muy claro que a usted le ha tocado vivir una vida muy dura.¿Qué tan dura, realmente?
Dura, pero gratificante. Un hombre que haya tenido esas características y que haya llegado al segundo cargo más importante del país debe sentirse gratificado con la vida, no resentido con ella. Aquí no está hablando un resentido; está hablando un hombre que se ha autodenominado un espermatozoide vital. Hay gente que nace y vive todos los días deprimida, negándose las cosas bellas de la vida. Yo, a pesar de las dificultades, hoy soy lo que soy: un espermatozoide vital.Uno presumiría que una persona como usted, que ha vivido las injusticias de este país, se convertiría al cabo del tiempo en un político más radical, un político más de izquierda.

¿Esas privaciones y esas injusticias no son acaso el germen automático del radicalismo político?¡Claro! Yo actué en política durante los años 70 y 80 con el hígado; es decir, con la rabia y el resentimiento de quien quería hacer de la revolución un escenario para resarcir las exclusiones de tipo económico, social y afectivo que vivió. Se cayó el Muro de Berlín, pero afortunadamente no me cayó encima; yo le caí encima al Muro de Berlín.
Y eso me hizo decir: ¿pero esto es socialismo real?, ¿esto es la autoridad absoluta de la ética del socialismo? Hoy, la máxima expresión de capitalismo de Estado es Putin, y fue el máximo dirigente de la KGB. Ese era el que yo admiraba, lo que yo añoraba ser. Lo que sucede es que del 90 para acá me reconcilio con la vida. Antes del 90, lo que había en mí era un resentido.Hablemos de hoy. Defina quién es usted políticamente, pero con precisión, sin caer en la vaguedad de los conceptos de izquierda, centro y derecha.La izquierda es amar a los demás. La derecha es amarse uno mismo. Conozco muchos izquierdistas que actúan como la derecha: egoístas, insolidarios, absolutamente egocentristas.Y conozco muchos a quienes tildan de derecha, que actúan con un grado de solidaridad y generosidad muy grande. Yo me declaro un absoluto reformista: reformas sociales, económicas y políticas. El reformismo que represento es la lucha por los derechos y no la lucha de clases. Eso es lo que me diferencia enormemente de aquellos que quieren hacer de la política un antitodo: anti-Uribe, anti-Bush, anti-Clinton, anti-TLC, anti-Angelino Garzón, anti-Lucho, anti-oqueños...
Todo es anti, anti, anti.A su juicio, ¿las Farc son de izquierda?
No, porque nada más agresivo que alguien hable de izquierda cuando tiene tres comportamientos que afectan a la sociedad. Primero, cuando uno atenta contra la vida con el secuestro, el asesinato o la extorsión; cuando uno instrumentaliza vidas en función de eso, eso no es ético. Y como tal, esa ética no puede ser de izquierda. Segundo, cuando uno desarrolla un modelo que en últimas excluye incluso el derecho a la personalidad, no puede ser de izquierda. Los derechos a la personalidad son inherentes a quienes manejamos las riendas de la izquierda. Y tercero, lo que veo en ellos es una agenda ligada exclusivamente a una discusión de tierra, que es importante, pero lo que se mueve más en el mundo de hoy es para dónde va el sector financiero. Entre Echavarría Olózoga y Manuel Marulanda no hay muchas diferencias en la concepción del Estado.Pero en todo caso, las Farc son un fenómeno existente, tienen una capacidad concreta para complicar el funcionamiento de la sociedad, y gente como usted ha gobernado y aspira a seguir gobernando.
¿Cómo se maneja eso?
Uno no puede seguir legitimando ese verde oliva sobre la base de cualquier cosa. En los 70 y 80, decíamos que necesitábamos una guerrilla porque había Estado de sitio. Se acabó el Estado de sitio con la Constitución del 91. Después se dijo que la lucha contra la pobreza se hacía desde el escenario de la guerrilla, no en otro escenario. Hemos demostrado en Bogotá lo contrario: hemos reducido la pobreza en 61 por ciento, y en 38 por ciento la indigencia. Y en el país también se ha avanzado. Ahora venimos a discutir el tema del delito de rebelión en un momento en el que la línea de acción de las Farc es la del fin justifica todos los medios. Uno no puede entrar en esa discusión porque termina, de alguna manera, legitimando el escenario de las Farc.

¿Aunque se esté hablando en forma teórica?
Sí. Yo no acusaría a nadie de la izquierda de ser parte de las Farc. Pero cuando uno hace consideraciones de tipo teórico, termina validando ese escenario desde el punto de vista constitucional o académico. Es que la combinación de las formas de lucha no es reunirse con un guerrillero sino justificar esa forma de lucha. Y eso, en últimas, termina haciéndole mucho daño a un proyecto de izquierda.Metámonos, pues, en ese proyecto de izquierda que tiene nombre propio: el Polo. Es el grupo que usted formó y a nombre del cual gobernó. Defínalo en términos de las personas que están ahí, de las tendencias políticas que conviven en su interior.Carlos Gaviria representa el sentimiento de los que se consideran más revolucionarios, de los que consideran que aquí no puede haber ninguna posibilidad de acceder a unos espacios mucho más amplios. En los 70 y 80 se movió intensamente el anticomunismo. Pero ahora lo que pasa es que, desde los lados más radicales de la izquierda, se cuestiona el origen político de quienes vienen del Partido Liberal o del Conservador. Es una posición sectaria y de guerra fría. Eso lo interpreta muy bien Carlos Gaviria. Y hay otros que nos declaramos reformistas. En eso está Angelino Garzón y hay varios. Lo que le sucedió al Polo en las últimas elecciones fue que no ganó la oposición per se; ganaron los gobiernos del partido.

¿Eso quiere decir que la gente proveniente de la izquierda que ha gobernado tiene una posición más realista que el otro sector, o ya la tenía antes y por eso los eligen?
La tenían desde antes. No nos lanzamos a candidaturas para hacer oposición. Hicimos gobierno sobre la base de desarrollar reformas y fue lo que votó la gente. La gente no votó el discurso antitodo. Con verdadera significación nacional, el Polo ganó en Nariño y Bogotá. Es, ni más ni menos, la refrendación de una política reformista.Pero ahí están esos dos sectores antagónicos que usted acaba de describir, metidos dentro del mismo Polo.

¿Caben dentro de ese Polo, al mismo tiempo, usted y Carlos Gaviria?
No quisiera personalizar, porque nadie más ético, desde mi punto de vista, que Carlos Gaviria. Pero tengo una discusión, no solo teórica sino política, sobre cómo se concibe un proyecto político. Y en ese sentido, es evidente que hay tendencias que son tan pugnaces que a veces se trabaja por consensos que terminan siendo más paralizantes que dinámicos.

¿Qué va a pasar entonces?
La pela nos la tenemos que dar en el 2008. Hay que decidir si podemos o, definitivamente, no podemos convivir y hacemos lo de España: hay una Izquierda Unida y un Partido Socialista Obrero Español. No trabajo por la fractura del Polo, que bastante esfuerzo ha costado y me ha costado. Al fin y al cabo, yo lo parí, fui candidato con el Polo, que financié en su momento, le puse el nombre y quiero cuidar la criatura. Pero, ¿hasta dónde vamos? Hay unos matrimonios que todos los días van al sicólogo a ver si se resuelve el problema y hay otros que son más consecuentes.

¿Hay algún mecanismo para establecer quién puede ser el líder o el candidato?
Eso podría mantener unidas esas fracciones.Si las reglas de juego son a imagen y semejanza de las maniobras de los partidos tradicionales para ir excluyendo opiniones diferentes, yo no me lo voy a mamar. Lo cierto es que la Alcaldía de Bogotá fue víctima de una oposición soterrada y abierta de un gran sector de la dirección del Polo; podría decir que por la gran mayoría, unos por acción y otros por omisión. No me voy a aguantar que ahora,en el asfalto, me agarren a palo a mí y a los que representamos lo mismo.

¿Se siente traicionado por el Polo?
Me siento absolutamente incomprendido, porque alguna gente no me traicionó. Robledo no votó por mí, hizo campaña contra mí para la Presidencia y para la Alcaldía de Bogotá. Él no traicionó, fue consecuente con lo que dijo: "No me sirve Lucho Garzón". Carlos Gaviria estuvo al margen; ese sí fue 'Bogotá con indiferencia' frente a lo que hizo esta administración. Hay una gente que fue militante como María Emma y Samuel Moreno, que dijeron "defendemos la gestión de Lucho Garzón". Y creo que, entre otros factores, los resultados de esa gestión le dieron la victoria a Samuel Moreno.

¿Con este Polo que usted describe se puede gobernar?
Con un Polo que dice a todo no, no se puede gobernar el país. Lo declaran a uno uribista o neouribista, porque uno respeta cosas del uribismo. Me parece que no hubiéramos podido lograr los resultados que logramos solamente con la inversión política, con no habernos robado la plata, con haber reorientado el presupuesto, con haber hecho las metas de crecimiento en Bogotá, si no hubiéramos tenido un entorno determinado. Y ese entorno, gracias al Ejército y a la Policía, reventó el te-rrorismo, reventó el secuestro, cambió la situación económica. Entonces, negarle eso al uribismo, como factor de valor agregado, me parece una pendejada. Cuando uno está en contra del TLC, plantea una alternativa y no solo dice no. Nosotros, en Bogotá, nos subimos al cuarto del lado del TLC y ayudamos. Nos preocupó el tema de seguridad alimentaria y el tema de drogas genéricas, y trabajamos durísimo, pero no nos opusimos per se. No creo que esa pueda ser una opción.El sector más radical del Polo lo considera a usted, en el fondo, uribista. A Uribe le tengo una crítica de fondo: desinstitucionaliza el país, porque el Estado quedó en él. Si a Uribe le da dolor de estómago, al Estado le da dolor de estómago. Uribe se ha convertido en un jefe de Estado sui géneris: es jefe de Estado cuando va ganando y cuando está perdiendo es mediador entre la ciudadanía y el Estado. En estos casos, los responsables son los ministros.Por otra parte, esos consejos comunitarios desinstitucionalizan, y por eso yo no los hice en Bogotá. Mientras haya un gobernante local -si bien tiene que hacer acuerdos con el Gobierno Nacional-, es a él a quien le corresponde la gobernación local. Yo fui el único que no le aceptó a Uribe consejos comunitarios.Pero al mismo tiempo, Uribe ha hecho cosas importantes. Tiene criterio, coraje, capacidad de trabajo... El crecimiento económico no se hace por obra y gracia de la Divina Providencia, también tiene que ver con niveles de confianza y certeza en relación con la inversión. Si esto me pone como uribista, pues qué le vamos a hacer. Tengo críticas para el Presidente y tengo reconocimientos al Presidente.

¿Cómo ha visto el manejo del intercambio humanitario?
No ha sido intercambio ni ha sido humanitario, pero eso obedece a una política general de paz. Creo que hoy tiene que hacer una reflexión muy seria Luis Carlos Restrepo, porque a él lo ponen a hablar con las Farc y terminan buscándole otro intermediario, frente al Eln no tiene ningún resultado y los paramilitares no lo reciben. El Comisionado de Paz hace hoy más partes de guerra que el propio Ministro de Defensa.

¿Está diciendo que debe haber un relevo en ese cargo?
Pienso que es clave. El Presidente no puede ser ambiguo. Si decide jugarle a la guerra, para eso tiene Ministro de Defensa; si es a la paz, tiene que tener un Comisionado que le apueste a ser interlocutor de los sectores correspondientes. La delegación, la intermediación en estos procesos de paz casi siempre obedece a una incapacidad propia. Yo le avalo a Pastrana que tuvo la valentía de asumir esa responsabilidad; lo que no comparto con Pastrana es haber discutido con las Farc solo territorio y nunca contenido.

¿Qué le pareció la decisión del presidente Uribe de abrir la posibilidad de una zona de encuentro con las Farc con control internacional?
Sin ser aguafiestas, pienso que lo del viernes no debe generar muchas ilusiones, pues se trata de una respuesta a una tarea de facilitación que viene haciendo la Iglesia, y no a una mediación, que supone la actuación de las dos partes.

¿Usted sigue pensando que debe haber una solución negociada con las Farc?
Plenamente. La diferencia que tengo es que las Farc de hoy no están por la negociación política. Ellos hablan de solución política, que es una expresión en función de un gobierno dirigido por ellos. Negociación política es nos sentamos y hacemos reformas. Yo comparto con las Farc, por ejemplo, la tesis del Congreso unicameral y la comparte también Uribe. ¿Por qué los tres no podemos hacer un acuerdo? ¿Para eso nos vamos a matar? Elección popular de Procurador... ¿Por eso nos estamos matando? Pero negociación política de poder y toma del poder por la vía armada, no hay nada que hacer.En el libro usted menciona nombres alrededor de lo que llama Partido de la Calle. Pero es una lista heterogénea que incluye a gente como Luis Alberto Moreno, Juan Camilo Restrepo, Pacho Santos y Lina Moreno.

¿De qué se trata?
Yo no estoy montando otro partido. Estoy diciendo que si me mandan a la calle otra vez, hay que montar un Partido de la Calle. Cuando creé el Polo Democrático, lo puse Polo Democrático, sin adjetivos y con un solo apellido. Porque los demócratas no son con adjetivos, alternativos o independientes. Encuentro liberales y conservadores que son fuertes y comprometidos con un proyecto que va más allá de los partidos convencionales. En eso veo a personajes como los que usted ha mencionado. Su vida y su historia han estado muy ligadas a la lucha por la democracia.

¿No será doña Lina una infiltración indebida del uribismo en su movimiento?
Cada vez que hablo de alguien en el uribismo, lo ponen sub judice en la Casa de Nariño. Pasó con Pacho Santos, con quien he sido tan amigo: en las condiciones actuales parece que fuera más un encarte que un Vicepresidente. Ojalá que no le pase lo mismo a Lina, que ha sido clave en este gobierno, siempre llamando a la sensatez para que ciertas cosas no pasen a mayores. Ella ha sido una persona profundamente comprometida con la agenda luchista. Lina Moreno estuvo en campaña abierta por el candidato de Sergio Fajardo a la Alcaldía de Medellín, y usted no menciona a Fajardo en la lista de su Partido de la Calle.Usted está equivocado. El candidato de Fajardo no es Alonso Salazar, quien debe estar molesto con ese señalamiento, pues tiene personalidad propia. Lo que pasa es que Sergio ha tomado su camino, que es ser la carta del uribismo -especialmente de José Obdulio- para el 2010. Y tienen algún parecido él y el Presidente: mientras Uribe se siente enviado de Dios, Sergio se cree Dios.Le noto un claro tufillo a precandidato tratando de diferenciarse de otros posibles candidatos.

¿Es así?
Pues si le digo que no, usted dice que sí; y si le digo que sí, usted dice que me lancé precipitadamente. Lo cierto es que en la política uno entra con votos y sale si no tiene votos. Como los que están en la guerra, que acaban reinsertados, victoriosos o muertos. En ese sentido tendré que ser escrutado. La política es un reality, es el que sobreviva. Esto es Animal Planet: el tigre se come al venado, el venado a las matas, las matas a los moscos...

¿Quién es el tigre, quién el venado, quien la mata y quién el mosco?
Hay un escenario claro para el 2010. Por el lado de la derecha, un rostro adusto del uribismo, con Juan Manuel Santos, y una cara amable y simpática, con Sergio Fajardo. Por el lado del Partido Liberal, se tendrán que volver a encontrar Germán Vargas Lleras y sus viejos amigos César Gaviria y Rafael Pardo. Y por la izquierda, hay dos miradas: la reformista, que la represento, entre otros, yo, y Carlos Gaviria, que está nítidamente en el tema de la revolución.¿Qué va a hacer cuando salga de la Alcaldía?Tendré un mes de descanso y luego atenderé invitaciones internacionales. Después voy a tratar de ocupar su puesto en EL TIEMPO, que va a quedar vacante cuando los de Planeta se enteren de que usted le está haciendo propaganda a mi libro, que es de Alfaguara.Los de Planeta no tienen problema con que se les haga propaganda a otras editoriales. Sospecho que el que sí va a tener enredos con esta entrevista es usted, apenas el Procurador se entere de que el Alcalde de Bogotá está participando abiertamente en política.Yo creo que el Procurador tiene razón. Eso de los eunucos en política es requetechimbo. Todo el mundo hizo política. A mí no me vengan a decir que las fotos de Sergio Fajardo abrazado con todos los aspirantes al concejo fue para Envigado. No. Eso fue para el Concejo de Medellín. O vea la participación en política del Gobierno Nacional: al presidente Uribe lo único que le faltó fue repartir volantes en Corabastos. Si bien uno no pone el Estado al servicio de la política, lo cierto es que siempre está pensando en política. Y si está sinceridad se convierte en un expediente en la Procuraduría, pues será parte de la nueva situación política.

viernes

Lucho tiene una posición bastante ambigua': Carlos Gaviria

(...) yo veo en esas políticas de Lucho - Guantanamera o el Partido de la calle- una gran ambigüedad, porque un partido de la calle significa con todos los ciudadanos, y eso suena muy bien, pero resulta que uno habla en la calle con ciudadanos que son fuertemente uribistas, fuertemente antiuribistas y con opiniones contradictorias no se puede construir un partido.
Entrevista de Carlos Gaviria al portal Terra Colombia de internet.

Polo Democrático Alternativo Jueves 13 de diciembre de 2007

En entrevista exclusiva con Terra Colombia, el presidente del Polo Democrático Alternativo, Carlos Gaviria, habló sobre las recientes declaraciones del alcalde de Bogotá y miembro de ese partido, Lucho Garzón, el mapa político del partido y su visión ante el Acuerdo humanitario.

¿Qué opinión le merecen las recientes declaraciones del alcalde Garzón?
Yo pienso que Lucho Garzón se encuentra en un dilema: No sabe si jugar dentro del Polo o por fuera de él, él está tanteando la situación para ver que es lo más conveniente, si jugar con un movimiento que pueda nutrirse de vertientes de los viejos partidos o de sectores no comprometidos políticamente.

La posición de Lucho, yo la calificaría de ambigua, bastante ambigua.
Él incluso en las últimas declaraciones que ha dado, lo que muestra no es un proyecto político sino un propósito de acceder al poder y acceder al poder apoyado por muchos sectores e incluso muchas personas.

Si en lugar de presentar un proyecto, dice que sería bueno hacer un movimiento donde esté doña Lina, María Emma, pero donde este también Luis Alberto Moreno, entonces se ve que piensa mucho más en el apoyo de personas influyentes. Y yo me pregunto, que lo puedan apoyar para qué.

Porque me parece que si hay una propuesta política definida, la única que puede ser portadora de una propuesta de esa naturaleza es una organización sólida, concretamente un partido. Por eso yo, que no he sido miembro de un partido, ahora le juego a la construcción de uno, porque en las sociedades modernas y en la sociedad actual solamente un partido sólido puede ser el portador de una política clara.

De manera que yo veo en esas políticas de Lucho - Guantanamera o el Partido de la calle- una gran ambigüedad, porque un partido de la calle significa con todos los ciudadanos, y eso suena muy bien, pero resulta que uno habla en la calle con ciudadanos que son fuertemente uribistas, fuertemente antiuribistas y con opiniones contradictorias no se puede construir un partido.

¿No cree que es contradictorio que el alcalde de la “Bogotá sin indiferencia” esté tratando de polarizar el Polo?
Yo lo que creo es que él tiene una aspiración clara, que ahora la está revelando de una manera más evidente. Aspira a ser candidato a la presidencia, y desde luego a ser presidente, y esa es una aspiración legitima. Lo que piensa uno es cuán correcta es la vía que está eligiendo y de qué manera esa decisión suya puede contribuir a la consolidación del Polo o más bien a la debilitación del Polo. Desde ese punto de vista su actitud puede ser un poco riesgosa.

Con respecto a los reclamos del Alcalde, ¿Realmente se mantuvo al margen de la alcaldía de Garzón?
Lo que pasa es que yo soy pésimo lagarto y en general cuando se busca un gobernante del partido se le busca para pedirle favores o para pedirle que a algunas personas amigas se les ayude de alguna manera, y yo soy alérgico a ese tipo de política.

Cuando fue del caso hacerle reconocimiento a Lucho por decisiones acertadas, lo hice, pero cuando me dicen, usted no fue a aconsejarle… No, yo creo que un gobernante no necesita tutela, no se le puede tratar como a un incapaz. Cuando él necesite alguna ayuda específica o de ver más claro un punto, es él quien debe apelar a las personas que considere más indicadas para esa actividad, y no estar uno prestándose a sugerirle decisiones que entorpecen con una acción administrativa.

Pero como miembros de un mismo partido, ¿cómo fue el acompañamiento del Polo?
Yo creo que una de las dificultades que percibimos en la alcaldía de Lucho, fue la falta de claridad las relaciones entre el gobernante y el partido, porque muchas veces se pedía apoyo para decisiones que él había tomado, pero decisiones de las que le partido no estaba enterado, que no habían sido discutidas previamente con la bancada, ni habían sido puestas en conocimiento de las autoridades del partido, y por supuesto era un azar que el partido estuviera de acuerdo o no y por tanto si no se consultaba la bancada, ni a las instancias pertinentes del partido esperar un apoyo incondicional no era muy sensato.

¿Es usted el abanderado de la revolución, como plantea Lucho?
A mi me sorprende que lucho diga que él es el abanderado de la reforma y yo dizque soy el abanderado de la revolución, cuando justamente yo durante toda la campaña dije que nuestro proyecto inmediato era cumplir las promesas incumplidas de la constitución, especialmente la vigencia de los derechos económicos, sociales y culturales, es absurdo pensar que pedir la vigencia de una Constitución sea una actitud revolucionaria.

Clamar por que la constitución se cumpla es un clamor institucional, si él dice que esto es revolucionario y que él en cambio es reformista, uno piensa, entonces cuáles serán sus reformas. Tienen que ser bastante superficiales cuando la puesta en marcha de la constitución parece revolucionaria.

Doctor Gaviria, últimamente se ha hablado de diferentes tendencias y vertientes en el polo, ¿puede hacernos claridad sobre cómo está constituido el Polo Democrático Alternativo?
En el Polo hay varios sectores y varios partidos (movimientos y distintos partidos con identidad propia), pero las tendencias abarcan más que los partidos mismos y yo podría decir que lo que hay es una tendencia mucho más definida de izquierda y una tendencia que se llama de centro izquierda pero que tiene unas ciertas aproximaciones al gobierno, unas ciertas aproximaciones al establecimiento.

Creo que las tendencias ideológicas se podrían resumir en esas dos y me parece que en épocas electorales esas tendencias se intensifican, en la medida en que cada uno tiene sus propias estrategias, aspiraciones y elige la vía que más beneficio electoral pueda reportar.

¿Y en esa izquierda más definida hay tendencias?
Podemos señalar como tendencias de izquierda tanto al Partido Comunista como al Moir, pero estos dos tienen diferencias sustanciales, yo creo que el reto del Polo precisamente consiste en que sin tratar de disolver esas tendencias se encuentren instrumentos aptos para tramitar esas discusiones y poner en primer plano el propósito unitario.

Según analistas, algunos de esos sectores de izquierda como el Partido comunista o el Moir se han fortalecido en regiones donde estaban casi desaparecidos, como en el Meta o Arauca, a la sombra del Polo…

Es posible que eso este ocurriendo. No tengo manera de verificarlo, pero a me parece que ese fenómeno, antes de ser preocupante, es positivo, porque dentro del partido comunista ha habido un debate grande por la combinación de las formas de lucha y creo que la línea que viene triunfando es la que le juega a la política. Mientras más gente sea seducida por la política tanto mejor. Los buenos resultados electorales de un partido como el comunista pueden llevarnos a la conclusión de que la vía para establecer en Colombia una sociedad mejor es la vía democrática.

Después de las pasadas elecciones ¿cómo quedó el mapa electoral del Polo?
Yo creo que en este momento el Polo, a pesar de que las apariencias pudieran indicar otra cosa, salió muy reforzado porque nosotros aspirábamos sobre todo a multiplicar nuestra representación en los Concejos y en las Juntas administradoras locales, acorde al propósito de construir democracia desde la base.

Hay que tomar en cuenta que esas elecciones regionales son la prueba más difícil de superar para el Polo. En estos comicios es cuando más se ven los vicios de la política tradicional de una manera mucho más intensa y más profunda: el voto comprado y vendido, el voto amarrado, el clientelismo, incluso el voto exigido por la fuerza. Nosotros contábamos de antemano con que esas elecciones no iban a ser tan exitosas pero dentro de esa perspectiva a mi me parece que el resultado del Polo es muy bueno.

¿Es cierto lo del Polo revolucionario y el Polo progresista?
Yo creo que eso es más bien un pretexto porque hablan de un Polo revolucionario por tener la presencia del Partido Comunista y el Moir, pero resulta que esas colectividades prácticamente han suscrito un pacto, dentro de lo que llamamos el ideario de unidad y por tanto sus propósitos estrictamente revolucionarios han quedado en un plano secundario frente al propósito unitario que está suscrito al ideario de unidad del Polo.

Usted dejó muy clara su posición de no aspirar a la presidencia, ¿Quiénes podrían ser los candidatos del Polo?
Yo no mentaría personas por que el hecho de citar nombres puede ser interpretado como la manifestación de una preferencia y yo como presidente creo que debo mantener una cierta distancia aunque vea algunos candidatos mejores que otros. Pero creo que en el Polo hay una nómina de candidatos muy brillantes, basta con mirar la bancada en el congreso, que siendo minoritaria, es tal vez la más sobresaliente que hay en el congreso, y de allí se podría extraer una lista bastante importante de posibles candidatos.

Cambiando de tema, ¿Qué opinión le merece el presidente Chávez?
Yo pienso que Chávez tiene el propósito de afirmarse como líder en la región pero me parece que lo hace de una manera demasiado protagónica y dando la impresión de tener una vocación no de un gobernante demócrata sino más de un gobernante al estilo de los caudillos tradicionales, con eso yo no lo desconceptúo, digo lo que no me gusta de él. Pero me parece que es muy importante la decisión que ha tomado Chávez en Venezuela y es que dentro de ese país tan rico el poder se ejercite fundamentalmente en beneficio de los sectores más necesitados, de modo que me gusta la decisión de en qué sentido debe ejercitarse y hacia a donde se debe dirigir la acción del gobierno, pero le veo muchas similitudes, en su vocación autoritaria y en su deseo de permanecer en el poder, con Uribe, y eso no me gusta.

¿Y la decisión de Chávez de romper los vínculos comerciales con Colombia?
Pienso que esa es una decisión insensata, porque las relaciones internacionales, deben ser relaciones institucionales y que no dependan del estado de ánimo o de las reacciones emocionales de un gobernante, en eso se me parece también mucho a Uribe.

¿Cómo ve el futuro del acuerdo humanitario?
Yo creo que el gran obstáculo para el acuerdo humanitario, son las partes implicadas en el acuerdo humanitario, es decir que tanto las Farc como el gobierno tienen puntos inamovibles y mientras esos inamovibles no se desechen, el acuerdo va a ser imposible.