Unas notas obligadas e ineludibles...
Quienes dicen que los socialistas no deben luchar por la democracia o defender las conquistas democráticas, no podrán nunca aportar nada nuevo para construir el socialismo.
Quienes atacan la lucha por la democracia, obstruyen también la lucha por el socialismo
En 1916, cuando los cuadros más dogmáticos del Partido Obrero Socialdemócrata Ruso (luego Partido Bolchevique) le recriminaban a Lenin su estrategia de participación electoral y lucha parlamentaria, Lenin les respondió lo siguiente:
"La revolución socialista no es un acto único ni una batalla en un frente aislado,
sino toda una época de agudos conflictos de clases,
una larga serie de batallas en todos los frentes,
es decir, batallas en todos los problemas de la economía y de la política (...)
Y sigue Lenin diciendo: (...)“Sería por completo erróneo pensar que la lucha por la democracia pueda distraer al protagonista de la revolución socialista, o relegarla, posponerla, etc.
“Por el contrario, así como es imposible un socialismo victorioso que no realizara la democracia total, así el pueblo será capaz de prepararse para la victoria sobre su contendor a menos que libre una lucha en todos los frentes, revolucionaria y consecuente por la democracia".
Para que no se nos acuse como miembros de la derecha, uribistas o conversos, esta cita de Lenin se encuentra en el libro "La revolución socialista y el derecho de las naciones a la autodeterminación"1, escrito durante los meses de enero y febrero de 1916.
UNIDAD REAL EN PROPÓSITOS COMUNES
Quienes elaboran este documento son fuerzas, tendencias y matices del Polo Democrático Alternativo en Antioquia y lo plantean como los criterios generales de identidad de la tendencia POLO CIUDADANO. Con esos criterios orientan su trabajo mancomunado, en perspectiva de construcción, fortalecimiento y consolidación del POLO en Antioquia desde el poder ciudadano, en la concepción de un partido de masas que construye poder local y define ser gobierno.
Rechazamos tajantemente la práctica política basada en los acuerdos paralizantes, el burocratismo sindical, el izquierdismo y la oposición a ultranza.
La lucha electoral adelantada hasta el momento ha garantizado el desarrollo de algunos componentes vitales de la institucionalidad del partido. Los diversos recursos invertidos en esa lucha ha copado, por obvias razones, los tiempos para proceder a estructurar el resto de los componentes necesarios para disponer de un partido fuerte en la región. Por tanto ellos deben construirse sin pausa para colmar las expectativas de las afiliadas y los afiliados y sobre todo, la ciudadanía y así consolidar nuestra acción política regional.
El proceso al cual asistimos en la actualidad en el POLO a nivel nacional y regional, se origina en: los resultados del proceso electoral del 28 de octubre de 2007, las implicaciones de la guerra interna, las exigencias del proceso político colombiano y el proceso de la parapolítica. Estos elementos generan pactos políticos de realinderamiento, reconfiguración y constitución de nuevas tendencias, que de fondo repercutirán en los procesos eleccionarios 2008 definidos por la Junta Nacional; y sobre todo en la definición de agendas de trabajo regional y municipal, en perspectiva de un POLO de cara a la región.
Para concretar las exigencias de esta nueva etapa, el POLO CIUDADANO será una tendencia que establecerá acuerdos políticos con otras tendencias comprometidas con el fortalecimiento del POLO en Antioquia. El valor que primará en los acuerdos a suscribir, será el de la eficacia política, con el fin de construir un partido de masas basado en el poder local, una amplia política de alianzas, una agenda de reformas democráticas para la región y el afianzamiento de una convergencia social y política que encarne un proyecto político democrático regional.
Sumado a lo que hemos consolidado como POLO Antioquia, el desarrollo paulatino de esa ruta política, significará una orientación más precisa sobre la pertinencia y vocación político – ideológica del POLO en la región y la sostenibilidad y vigencia del proyecto político que históricamente debe encarnar.
A continuación destacaremos las líneas más importantes, que exigen la mayor concentración del esfuerzo teórico y trabajo concreto de ésta tendencia para su materialización, en tanto líneas gruesas de trabajo que perfilarán el sentido de las iniciativas de nuestro accionar en la vida del POLO en Antioquia.
1. Carácter del POLO
El Ideario y los estatutos establecen los marcos generales sobre los cuales se desarrolla la vida del POLO. Al efecto, lo que corresponde a la Dirección regional es contextualizar esas herramientas en lo departamental y municipal. Esa actividad la desarrollará nuestra tendencia desde una perspectiva fundamentalmente ciudadana.
El POLO Antioquia es un partido político de afiliadas y afiliados que mediante los Comités de Base Ciudadanos, le imprime su característica de partido de masas.
Para desarrollar las iniciativas que puedan darle vida ciudadana al POLO, es ineludible abandonar por siempre todas las formulas que dictaminan para la acción política, los manuales soviéticos del marxismo – leninismo, que son un pesado lastre para pensar.
La construcción de un POLO del cual se apropie la ciudadanía y que construya poder local implica una estructura con capacidad de convocar amplios sectores ciudadanos y hacer visible un proyecto de región encarnado y asumido decididamente por la población.
Los elementos que estructuran nuestra forma de construir el POLO están concebidos para la región antioqueña, para sus subregiones y los municipios que la componen. Están concebidos para desarrollar los debates que exigen las realidades y sus variados contextos subregionales y para desarrollar en Antioquia iniciativas nacionales del POLO.
Por tanto, no estaremos dispuestos a la suscripción de acuerdos burocráticos en desmedro de los fines políticos e históricos del POLO, ni mucho menos que impidan la apertura del POLO a amplios sectores de la vida departamental y subregional, comprometidos con un proyecto político regional realmente democrático.
Tenemos plena claridad que nuestra intencionalidad territorial, exige trabajar en Antioquia y estamos en desacuerdo con las prácticas políticas que lo impidan, prácticas que obstaculizan el desarrollo y construcción de conceptos para conocer y enfrentar e intervenir, desde el gobierno o desde la oposición, los problemas regionales y locales. Así se configura un paquete de reformas democráticas que son parte sustancial de nuestro proyecto político de región.
No creemos en la vieja ilusión, que una vez tomado el poder, haremos todas las reformas que requiere el país. Eso no dejó de ser una frustración, el epitafio de una derrota y uno de los amparos para ser oposición eternamente.
El inicio de este proceso de construcción ciudadana de partido, en su primera fase, exige: adaptar las estructuras de cuadros de las agrupaciones en un híbrido que podemos llamar partido de masas con una red de cuadros en su interior, que se encargarán del montaje de los Comités de Base en todos los ámbitos.
Estas definiciones son básicas, para articular la intencionalidad de los propósitos que se acuerden, al marcar el camino que debe transitar el Polo en Antioquia.
Otro elemento que conjuga nuestra ruta, implica ser protagonistas del proceso de municipalización. Para ello se requiere la construcción de pactos subregionales, sectoriales y locales que garanticen la constitución del POLO en todo el Departamento de Antioquia. Partamos de un hecho: disponemos de 42 municipios formalmente establecidos, 21 municipios con Comités Promotores y 62 municipios sin estructura alguna.
De lo anterior se desprende una estrategia de múltiple propósito, con un primer componente relativo al proceso de consolidación de las municipalidades con niveles organizativos, que a pesar de cumplir los mandatos estatutarios, hoy son precarios; otro componente referido a la formalización y desarrollo del partido en el resto de localidades; y un tercero que implica al crecimiento del POLO CIUDADANO como tendencia.
No basta sólo con formalizar la estructura de partido, nombrar las Coordinadoras y Comités Ejecutivos, proceso en que los intereses electorales juegan un papel decisivo y coyuntural, relacionado con los resultados en las urnas.
Por tanto, hay que continuar con lo establecido por las directrices nacionales, en lo relativo con la construcción de la estructura de base, sobre todo en lo que tiene que ver con los Comités Zonales, Barriales y Corregimentales, que son soporte de la estructura general y como mecanismo expedito para abrir la participación ciudadana.
Una exigencia vital es el diseño e implementación de la propuesta de los Comités de Base, como unidad fundamental de pertenencia al POLO. Así garantizamos a las afiliadas y los afiliados que sostengan el proceso de municipalización y que sea indicador de incidencia en los más diversos sectores y organizaciones sociales y gremiales. Y todo esto, a la par de una campaña general de afiliación en todo el departamento.
En la región es necesario declarar una lucha decidida contra el sectarismo, el atraso teórico, el dogmatismo y la falta de elaboración teórica. En consecuencia, esto exige la participación en la construcción de la Escuela para el Gobierno Regional, donde formaremos la dirigencia polista, Igual que la constitución de la Comisión Pedagógica y los espacios de concertación con otros sectores y organizaciones para su concreción, diseño, financiación y puesta en funcionamiento.
Las exigencias teóricas contemporáneas, la especialización temática, los niveles de actualización y lectura de las más diversas corrientes del pensamiento crítico -y sobre todo latinoamericano-, son herramientas indispensables para la formación de la dirigencia que orientará el proceso de construcción y consolidación de un partido de masas en la región antioqueña, con capacidad para ser gobierno, basado en el conocimiento profundo de los problemas del territorio donde se actúa políticamente.
La sostenibilidad estratégica de un proyecto político moderno, amplio y democrático, implica la promoción de una nueva generación para la política en la región que desarrolle mecanismos permanentes de renovación de la dirigencia social y política.
Con ese fin planteamos las siguientes iniciativas:
l Reconocimiento de nuevos liderazgos sociales y sectoriales y garantizar su participación en los órganos de decisión;
l La valoración e inclusión de nuevos temas y la promoción y respaldo político a la dirigencia que las adelanta y representa;
l Suscripción del Pacto Político por la Construcción de una Nueva Organización Política Juvenil Autónoma en el departamento de Antioquia, en desarrollo del mandato del Primer Congreso Nacional de Unidad.
Para darle seriedad a las aspiraciones anteriores, es indispensable la superación del concepto de “correas de transmisión”, y abrir un serio debate al concepto de autonomía. Esto implica que una de las tareas a acometer es pactar la ruta que orientará los procesos de construcción, reconstrucción, reorganización y diseño de iniciativas dirigidas a sectores de la sociedad como: el agrario, las mujeres, los campesinos, los desplazados y las víctimas, el ambiental, el indígena, el afrodescendiente, la población LGTB, el educativo, el comunitario, el económico, el cultural, el comunicativo, el barrial, el solidario, el de género, el etario y el sector de los derechos humanos, entre otros.
Un capítulo especial se definirá para el sector sindical, hacia la superación de sus prácticas burocráticas, corporativas y lejanas de las otras iniciativas de organizaciones y movimientos sociales y sectoriales.
Todas estas propuestas exigen un trabajo profundamente creativo, la definición de criterios renovados para intencionar nuestra participación en dichos movimientos y sectores y el afianzamiento de nueva dirigencia que sea partícipe de un proceso de reconstrucción y/o reorganización. También que rompa formas organizativas y dirigenciales profundamente conservaduristas, burocráticas y con privilegios. Todo eso impide articularse orgánicamente a un proyecto político como el que debe encarnar el POLO.
2. Guerra, paz y salida política negociada.
Es imposible no iniciar este aspecto tan amplio sin referirnos a un tema de vital importancia hoy en la sociedad colombiana: el Secuestro.
La necesidad y pleno acuerdo sobre la salida política negociada, no implica esperar que las partes activas de la guerra se sienten a dialogar. La claridad del POLO debe estar en establecer deslindes y críticas profundas al proceder y los métodos usados en la guerra, y sobre todo hacer valer el sentido que diferencia nuestro proyecto político del que encarna, de un lado, la insurgencia, y de otro, la oligarquía.
“En Colombia existe un conflicto armado que se caracteriza por la degradación en las prácticas de todas las partes involucradas, en especial por el irrespeto sistemático de la normatividad humanitaria, lo cual se expresa fundamentalmente por la victimización de la población civil, la cual ha sido objeto de todo tipo de prácticas que constituyen crímenes de lesa humanidad. En estas conductas han caído tanto la fuerza pública como lo grupo paramilitares y los grupos insurgentes, de tal manera que el conjunto de crímenes cometidos prácticamente abarca todos los delitos establecidos en el derecho internacional humanitario.
“En el caso del delito del secuestro, se está ante el arrasamiento de toda dignidad; dado que ha falta de uno se cometen tres crímenes de lesa humanidad: retención forzosa arbitraria e indefinida, tratos crueles y, en muchos casos, desaparición forzada; e incluso hay quienes argumentan que se presenta un cuarto caso moderno de esclavitud, dado que muchos secuestrados son tratados estrictamente como mercancías.
“En este marco, la retención arbitraria de personas o la privación de su libertad para convertirlas en objeto de intercambio es completamente inadmisible. El secuestro, que en Colombia ha sido utilizado de manera sistemática por las guerrillas, los grupos paramilitares, grupos de delincuencia común e incluso, por miembros de las fuerzas armadas del Estado, es una práctica que debe erradicarse de inmediato y para siempre. Su ocurrencia masiva en nuestro país constituye una vergüenza para las actuales generaciones.
“La guerrilla colombiana sufre un mal que padecen todos los ejércitos que después de una lucha prolongada, no consiguen sus propósitos: el medio se constituye en el fin, la supervivencia se vuelve el sentido y cualquier medio se justifica para sobrevivir.
“Sin embargo las guerrillas colombianas no pueden considerarse como una mera banda de maleantes que no tienen otros propósitos que su propio lucro _ no pueden asimilarse, por ejemplo, a un cartel de narcotraficantes-. En primer lugar representan un enorme poder militar; las guerrillas colombianas, especialmente las FARC, son un ejército que lucha contra el Estado y le disputa legitimidad y gobernabilidad en distintos lugares del territorio nacional y fuera de él. Es un actor además con propuestas políticas. Una cosa es que sus métodos sean criminales e incluso que, a los ojos de la mayoría de la población colombiana no se justifique su existencia en el momento actual y otra muy distinta el que no haya que reconocer lo que son en realidad.
“Su calificación como grupo terrorista es otro problema y no es, ni debe ser, la discusión central (...).
“La formula de esperar para debilitarlos militarmente primero y dialogar después, ha demostrado ser prácticamente inviable (...).
“La sociedad colombiana no puede abandonar a su suerte a los centenares de personas que en este momento están retenidas o secuestradas por las guerrillas. NO está autorizada moralmente para declarar su sacrificio bajo ningún argumento. Si la guerrilla es indolente, ni la sociedad ni el Estado tienen porque serlo y, al contrario, tienen el deber de hacer algo eficaz. No debe tampoco olvidar que además del grupo de un poco más de 40 personas declaradas “canjeables”, hay centenares de otras personas que no están en esa lista y que después de un eventual intercambio, se quedarán en las selvas esperando a que sus familias puedan conseguir los recursos para “pagar” su liberación.
“En este escenario, la creación de una zona desmilitarizada planteada por la FARC constituye un mal menor (...).”2
Los planteamientos anteriores, hacen exigible el rechazo absoluto a la práctica del secuestro y un respaldo permanente a la iniciativa del acuerdo humanitario y el intercambio humanitario.
Deben asumirse sin condiciones los siguientes puntos: un permanente deslinde con la lucha armada; erradicar el concepto de la “combinación de todas las formas de lucha”; rechazar el secuestro como forma de financiación de cualquier proceso político hacia la toma o el mantenimiento del poder; y el uso de la violencia como medio para hacer y ser en política.
No obstante las afirmaciones juicios e iniciativas planteadas, nos referiremos a otros aspectos de la guerra. Destacamos que la guerra interna generó el fenómeno del paramilitarismo, lo que significó el retorno de la barbarie fascista al conflicto interno, las ingentes pérdidas en vidas, dolor y sufrimientos sin cuento para millones de personas desplazadas, una represión oficial en gran escala, la destrucción masiva de bienes, así como el descrédito y repudio entre amplios sectores sociales de toda idea de revolución y de cambio.
Una proporción inusitadamente grande de la población colombiana, llegó a identificar –equivocada pero no menos efectivamente- la izquierda, el comunismo, el marxismo, como sinónimos de violencia, atropello y opresión, de secuestros, de terrorismo, de fusilamientos, de masacres, etc.
Como correlato de este rechazo a la lucha armada se generó una tendencia a la reacción política extrema, no sólo de tipo político sino ideológico, y no sólo entre los altos círculos, sino especialmente entre buena parte de aquella franja denominada como “capas medias”.
La elección y la reelección de Uribe, como las voces en pro de su tercer período, se deben en buena parte a esta corrida del país hacia la derecha. Políticamente hablando, pasó que este factor negativo tuvo un peso mayor, en el plano general de la correlación de fuerzas, que el se alzó con el propósito de conjurar los desastres del neoliberalismo, que cuajó en el país desde finales de los años noventa y comienzos del nuevo siglo.
“Este debate parte de la aceptación o rechazo de una premisa: lo que el Polo ha avanzado lo ha logrado fundamentalmente porque hizo algo que no pudo hacer la izquierda antes: logró que el país tuviera una percepción, una imagen de esta gran corriente, como una fuerza que no tiene que ver con la lucha armada, que deslindó campos con la lucha armada y que no practica la “combinación de todas las formas de lucha”.
“Para quienes la aceptan no es permisible desdibujar con actitudes o posiciones no suficientemente claras sobre el punto la imagen del Polo ante la opinión pública; para quienes no la aceptan este es un punto 'superado', ya resuelto en el Ideario de Unidad, que por lo tanto no es preciso repetir a cada paso, frente a cada suceso.
“Sobre este tipo de situaciones el POLO debe ser contundente y evitar lo sucedido con hechos anteriores donde no se llamó con nombre propio a los responsables de los hechos, sino que se fue ambiguo como sucedió con no señalar la responsabilidad de las Farc en la muerte de los diputados; y que el Polo no podía dejar de expresar su repudio al secuestro, pues era ineludible reafirmar frente al país nuestra condena a la política de pretender cambiar a Colombia empleando el secuestro como un instrumento de lucha.
“En torno a la discusión sobre el delito político, Carlos Gaviria declaró en entrevista a los medios que el delito político se diferencia del delito común en que el primero tiene una motivación altruista y el segundo no. Una definición académica del asunto que en términos generales pertenece a la teoría penal democrática, en el contexto del debate a que nos estamos refiriendo, no basta para aclarar como se debe la posición del Polo frente al camino de las armas para conquistar el poder.
“Por eso, Luis Eduardo Garzón afirmó después que la violencia no puede justificarse ni siquiera académicamente. Que la mera definición académica general no bastaba, y peor aún, que podía ser aprovechada políticamente contra el Polo como quedó claro poco después.”3
Nuestro retraso político con respecto a los vecinos latinoamericanos se presenta porque Colombia es el único país de América Latina donde hay una guerra interna como la que seguimos soportando.
Nos tocó actuar en un país donde, como consecuencia de todo lo generado por la guerra interna, existe hoy una repulsa más fuerte que en casi ninguna otra parte al cambio, que dificultan un camino positivo para tramitar una agenda de reformas democráticas, y mucho más si se tratara de cambios estructurales de la sociedad colombiana.
Entonces el Polo tiene que decidir si es cierto, o no, que la actividad de estas organizaciones ejerce una influencia absolutamente negativa y contraproducente en la conciencia pública, en la conciencia de las masas; y si es conveniente, o no, deslindar campos de manera categórica, abierta e inequívoca con la lucha armada.
No basta con que el asunto se haya planteado en un Ideario de Unidad que, por lo demás, no es del conocimiento del gran público, sino de los cuadros del Polo. Texto que si no se llena de contenido, de acuerdo con las realidades locales y regionales, no pasará de ser titulares de prensa y saludos a la bandera.
La exigencia cotidiana que reclama el asumir el deslinde con la lucha armada y sus peores secuelas, como el secuestro, hay que reafirmarla, cada vez que sea necesario y frente a cada acontecimiento.
No es una novedad la conclusión de que la lucha armada ha gravitado negativamente sobre las posibilidades de avance del proceso político colombiano. Aunque no se trate de una verdad nueva, por ningún motivo, el Polo puede darse el lujo de olvidarla.
Quien la planteara antes que nadie en Colombia fue Francisco Mosquera, y por ello debemos de apoyar de manera resuelta a quienes, como Garzón, como Petro, como Marcelo, entre otros, que han tenido el valor de levantar su voz sin tapujos. No entendemos por qué hay voces dentro del POLO que quieren callar y expulsar a estos compañeros.
3. Unidad del partido y política de alianzas.
Antes del abordaje de los contenidos sobre política de alianzas, hacemos la siguiente claridad: el POLO es un partido de afiliadas y afiliados y que al disponer la existencia de tendencias no está configurando un frente político, ni es el espacio para que grupos acumulen fuerzas a costas del POLO, sin reconocerlo como la fuerza política central.
El POLO no es un trampolín, el POLO es el partido para construir la unidad política y no debe ser manoseado por las mezquindades de la unidad de acción.
Para este punto de debate, es necesario apreciar una serie de datos que arrojan los resultados electorales de 2007 y que nos brindan elementos claves para tomar decisiones.
“Los resultados del 28 de octubre hicieron patente que existe una muy amplia franja de colombianos que no marcharon ni bajo las siglas del uribismo ni bajo las banderas de la oposición.
Un candidato del Polo, Samuel Moreno, fue elegido a la alcaldía más importante del país, resultado que otorgó al Polo su mayor victoria a nivel nacional y que constituyó el acontecimiento político de más peso en las elecciones de octubre del 2007. Se consolidó al POLO como la primera fuerza de oposición del país, resultado en el cual el voto de opinión aporto un porcentaje sustancial.
El potencial electoral sumado de todas las ciudades mencionadas donde el gobierno perdió o volvió a perder las alcaldías asciende a 7’587.900 electores, nada menos que el 27.5% del actual censo nacional electoral (27.6 millones), es decir, prácticamente un tercio del electorado colombiano, en el cual se incluye la capital de la república.
Debe agregarse que en Cundinamarca, Atlántico, Santander, Cesar y Nariño, los candidatos del uribismo a las gobernaciones fueron derrotados sin paliativos, en tanto que los liberales antiuribistas, el Polo y sectores independientes lograron sonados triunfos.
Antioquia arroja resultados que afianzan el proyecto uribista.
El Polo avanzó principalmente en Bogotá, Nariño y Cali, gracias a las respectivas administraciones distrital y departamentales del Polo. Aunque en una escala menor, también se registró importantes avances en el conjunto del país. Consolidó su carácter de fuerza política más definidamente urbana de Colombia; su electorado se localiza en un 65% en las 32 capitales del país.
El POLO ascendió de 14 diputados elegidos en el 2003 a 22 en el 2007 (8 de ellos por la tendencia de Jorge Guevara), eligió concejales en treinta capitales de departamento, subiendo su numero total de 363 a 380 en el país, y eligió 20 alcaldes -retrocediendo de 28 anteriormente elegidos – y solo un gobernador.
Para Asambleas, de un total de 13.1 millones de votantes, más de 3.9 millones, el 30.1%, lo hicieron también por partidos y movimientos diferentes a los tres grandes agrupamientos de la política nacional. Casi el 10% de los alcaldes del país y seis gobernadores de 33, casi la quinta parte de ese total de mandatarios, fueron igualmente elegidos por sectores no alineados ni con el uribismo ni con la oposición.
Las fuerzas democráticas y de oposición avanzaron considerablemente en estas elecciones pero aún no reúnen la fuerza suficiente para derrotar la actual fuerza del uribismo.
Si a la votación del Polo para concejos, cercana al millón de sufragios, le agregáramos la votación de un poco más del millón de votos de la otra mitad del liberalismo para las mismas corporaciones –dando por sentado que esta porción ha asumido actitudes contra el gobierno- podrían contabilizársele a la oposición 2.247.376 votos, una fracción de la votación total de concejos cercana al 15%. Es decir, que en el mejor de los casos la relación de fuerzas entre la oposición y el gobierno es de 1 a 3. Porque si la relación se estableciera sólo entre el Polo y el gobierno, sería todavía mucho menos favorable.
En efecto: el Polo obtuvo el 6.2% del total nacional de votos para concejo, el 6.4% del total para Asambleas, el 8.9% de la votación nacional de alcaldes y el 5.1 % de la de gobernadores. Con tales guarismos difícilmente podría aventurarse la tesis de que el Polo está listo para ganar solo la presidencia en el 2010.
Lo cual arroja una conclusión general de fondo para el Polo: es absolutamente necesaria no sólo una política general de alianzas muy amplia, en primer lugar con el liberalismo, pero también dirigida a ganar o a pactar acuerdos con el grueso de los sectores no uribistas que no marcharon a estas elecciones bajo las banderas de la oposición.
Si el Polo ha de ganar la presidencia en el 2010, ello tendrá lugar, ineludiblemente, bajo las banderas de una muy ancha coalición.
La manzana de la discordia reside en la amplitud o estrechez de esta política, en si lo que conviene al Polo, sobre ciertas bases definibles, es una política de alianzas con muy amplios sectores o sólo con los de izquierda.
No cabe duda de que los resultados electorales del 28 de octubre y principalmente los de Bogotá, ponen al Polo en el horizonte de millones de colombianos, con mayor fuerza que en todo el proceso antecedente, como una verdadera opción de gobierno.
Tal reconocimiento expresa el fortalecimiento de la tendencia objetivamente existente en la sociedad colombiana, pero que dicha tendencia pueda cristalizar en la conquista de un nuevo gobierno que comience un período de transición hacia una nueva etapa depende, no obstante, de que cuaje efectivamente una conjunción de factores.
Tal conjunción se constituye como condición indispensable para lograr un vuelco favorable de la correlación general de fuerzas del país, determinante para el triunfo electoral en las presidenciales que deberán efectuarse próximamente.
Entre dichos factores, uno de los más importantes consiste en que culmine con éxito el proceso de desmacartización de la izquierda entre amplísimos sectores sociales, de modo que pueda influir sin las viejas cortapisas a la mayoría de colombianos, lo que dependerá, a su vez, de los siguientes resultados:
1) que en el Polo se pueda clarificar el deslinde completo con la insurgencia armada y en particular con la llamada “combinación de todas las formas de lucha”
2) que el POLO adopte una muy amplia política de alianzas que facilite la formación de la ancha coalición que se requiere para ganar las presidenciales del 2010.
3) Para el caso de Antioquia la presentación de la iniciativa de conformación de una alianza social y política que articule todos los sectores de izquierda. democráticos y progresistas, porque no todos están en el POLO y se gire alrededor de una agenda de reformas democrática para la región que fructifique un proyecto político regional.
La cuestión es si las alianzas dependen de que los aliados tengan prácticamente la misma posición del Polo frente a Uribe (“sin ambigüedades”) o depende de los distintos tipos y grados de contradicción existentes entre los diversos bandos de fuerzas y aún en el seno mismo de dichos bandos. ¿Qué indica esto?
Que la política colombiana es un conjunto de contradicciones, unas más antagónicas que otras, pero respecto a cada una de las cuales nadie puede negarse de antemano a una acción política conjunta.
La ciencia de la política consiste en establecer estas contradicciones en concreto y el arte de la misma en actuar para aprovechar todas las contradicciones que resulten aprovechables.
En el fondo, toda política de alianzas es una necesidad dictada por la correlación general de fuerzas. En este sentido ¿qué revelaron los resultados electorales del 28 de octubre? Que no hay suficiente fuerza todavía; que se requiere una amplia política de alianzas para reunir esa fuerza que puede generar la victoria. Que Garzón tiene razón al plantear que se necesita una coalición que incluya incluso sectores del establecimiento para vencer en el 2010.
Nosotros no vamos a las elecciones para hacernos contar, nosotros vamos a las elecciones para ser gobierno.
Son precisamente estos asuntos de cuya definición depende la suerte del Polo los que han dado lugar a debates, tanto internos del PDA, como externos entre la opinión pública, pero que en el caso de Antioquia deben asumirse en profundidad.
4. Ser oposición o ser gobierno.
La esencia de la política es gobernar.
Descifrar un camino viable y posible para Antioquia, pasa no sólo por sacar a la región del marasmo de la violencia política, sino de dar solución a conflictos sociales que han afectado y afectan seriamente la supervivencia del departamento.
Pero de igual manera se hace necesario valorar de manera crítica cuál es el momento político por el que atravesamos. Necesitamos disponer de las iniciativas que faciliten ahondar los logros y atacar las dificultades que impiden beneficiar toda la población y garantizar un proceso gubernamental que materialice un proyecto político en perspectiva de una Antioquia profundamente democrática e incluyente.
En desarrollo de ese proceso y otros factores externos a la región y el país, ha venido incubándose un factor de desarrollo vital para encarnar las posibilidades de un proyecto político nuevo.
Nos referimos a la emergencia de una serie de sujetos políticos, sociales, cívicos, grupos de presión, que han impulsado procesos de apertura y participación ciudadana, procesos de constitución de movimientos políticos o movimientos sociales independientes, que debe facilitarse su constitución y función política mediante coaliciones políticas y sociales, más allá del ejercicio del constituyente primario residual.
El participacionismo por sí sólo no garantiza la sostenibilidad democrática de cualquier proyecto político, por bien intencionado que sea. Hoy es necesario valorar los efectos e impactos que ha generado la reforma política, sus grados de politización, constituyendo una fuente de fuerzas organizadas más claramente delimitadas, que exigen ser tenidas en cuenta en los procesos de dialogo y negociación política por un bloque regional, y hacerlas socias en la construcción del proyecto político democrático.
Es necesario precisar que este nuevo proyecto político democrático por Antioquia es una propuesta que va más allá del periodo gubernamental y plantea un nuevo espacio de negociación política.
A su vez, exige la convergencia y concurrencia de diversos actores sociales y políticos, que han sobrevivido a las más adversas condiciones, han resistido el fragor de la guerra en la región, y subsisten porque su esencia orgánica está inscrita en la democracia y no en el ejercicio de la violencia. Por tanto: la formulación y negociación de un proyecto político, exige su competencia y concurrencia.
La definición de dicho proyecto para la región, que no es parte de las discusiones o titulares de la política formal que aparece en los medios, es aquel que logra discutir, debatir, analizar, elaborar hipótesis y propuestas para enfrentar y confrontar, la política que se oculta referida a los siguientes aspectos:
· Al conflicto social y político.
· A la violencia como mecanismo de construcción social y política;
· Al narcotráfico como forma predominante de acumulación;
· A la desindustrialización y al modelo de desarrollo extractivo y depredador que pauperiza las subregiones;
· Al paramilitarismo como mecanismo extra legal de mantenimiento de la hegemonía;
· Al parasitismo del capital rentista
· Al copamiento delincuencial de las instituciones republicanas
· A la defensa de la propiedad estatal de sectores estratégicos de la economía;
· Al desmonte paulatino del sector agropecuario y la soberanía alimentaria;
· A las implicaciones sociales y políticas de la corrupción pública y privada;
· Al poder del capital financiero que no es agente del desarrollo;
· A los agentes premodernos de poder presentes en las subregiones;
· Al papel de los partidos políticos en la construcción de sociedades democráticas;
· A la concentración de la tierra en manos mafiosas;
· Al carácter y valor del trabajo en la generación de riqueza;
· A los grupos guerrilleros
· A las desigualdades subregionales, entre otras problemáticas.
Las posibilidades que brinda un análisis estructural de la sociedad antioqueña, es el que permite, sin negar los alcances que abren otro tipo de análisis, los ejes para orientar la discusión que fundamenta la elaboración de ese proyecto político, que convoque en su construcción, a todas las fuerzas sociales y políticas que se diferencian por su vocación democrática, de las fuerzas que han usufructuado su poder desde el ejercicio de la violencia y son actores directos en la guerra colombiana.
En este análisis, aparece un elemento que es vital para delinear dicha pretensión política. Tiene que ver con que la iniciativa que pretenda enarbolar la representación de un nuevo proyecto político para la región, debe articularse y construirse con todas aquellas fuerzas que son realmente democráticas y progresistas; con aquellos partidos que más allá de cuanto han manejado la cosa pública y están claramente diferenciados de cualquier proyecto autoritario; con todas las organizaciones sociales que han emergido de diversos procesos locales y subregionales de gobernabilidad democrática; con todos los movimientos sociales que disponen de unas agendas de movilización y reivindicación de derechos. Tales características son indispensables para constituir el sujeto que materializa el proyecto.
Es preciso aclarar, que si bien la reforma política puso a la delantera a los partidos políticos y facilita la reconstrucción de su real papel en la política, el gobierno y el poder, también es preciso resaltar el proceso de realinderamiento de las organizaciones sociales y los movimientos sociales vía la identificación con los proyectos políticos que encarnan los partidos.
Sin embargo cada una de esas organizaciones comporta unos niveles de autonomía evidentes, que es necesario valorar para no incurrir en pérdida de autonomía y facilitar la vitalidad de sus agendas sociopolíticas y de movilización, para que sean actores dinamizadores y sujetos del proyecto político.
La definición y construcción de pactos de este proyecto político, debe repensar la relación Estado – sociedad civil, no solamente como un asunto de la agenda política, sino como uno de los fundamentos de restablecimiento de la hegemonía moral que ha perdido el sector que ligó capital-narcotráfico-paramilitarismo para mantener la hegemonía política.
Las consecuencias de la parapolítica y las implicaciones de la verdad y la vigencia de los derechos humanos en la región, es bastión clave para fundar los criterios sobre los cuales se restablece la hegemonía moral en Antioquia.
Por ende, estamos en un escenario de parapolítica donde, más bien del destape de lo que sabíamos, de la búsqueda de minimización de los impactos de dicho escándalo en los negocios y el mercado y el qué dirán internacional, es fundamental la identificación de las fuerzas que se diferencian de tal proyecto político violento y delincuencial.
Con estas fuerzas se facilitan los espacios de debate y negociación política para delinear las fronteras que diferencian un proyecto político democrático de región, basado en un modelo de desarrollo pactado con las fuerzas motrices en todos los renglones de la economía y contrapuesto a uno mafioso, autoritario y primitivo de imposible sostenibilidad, amparado en el desarrollo forzado e impuesto por el terror.
Es complejo identificar todos los actores del desarrollo forzado. Pero en el escenario actual, es claramente identificable quien comporta un proyecto u otro.
El proyecto político democrático que hoy reclama Antioquia, involucra y tiene por fuerza de los acontecimientos que incluir, una agenda social claramente construida por los actores sociales y políticos locales; una apertura política que garantice a los actores de base, espacios de decisión real en el modelo de desarrollo; toda una serie de prácticas democráticas que fundamente el ejercicio gubernativo.
No puede practicarse una estrategia de gobernabilidad para amainar el conflicto, la estrategia sobre la que debe conducirse el proyecto político democrático para la región, es la transformación del conflicto y la real superación de la pobreza fruto del trabajo colectivo. Tal dinámica sobrepasa las lógicas tradicionales gubernamentales basadas en una lucha muy solitaria de un gobernador y un equipo pequeño de colaboradores, con resultados marginales. Se trata en suma, de un ejercicio basado en el accionar colectivo de sujetos regionales, subregionales y locales portadores y dueños del proyecto político mismo.
Tal contexto exige al bloque democrático y progresista de Antioquia mucha creación política; espacios de concertación y negociación política de carácter no instrumental; de ruptura de ciertas fórmulas tradicionales de hacer política, pues si no se rompe esa inercia, sus consecuencias van a ser aprovechadas por las coaliciones del bloque uribista, tal como se evidenció en el proceso electoral.
A las fuerzas democráticas y progresistas de Antioquia se le plantea un escenario difícil, un escenario en el que las diversas fuerzas deben superar las negociaciones que no sobrepasan lo estrictamente electoral y burocrático. En suma un camino que reclama apertura de voluntades para identificar el proyecto político que establece una agenda social transformadora basada en un nuevo modelo de desarrollo, materializando el estado social y democrático de derecho en la región antioqueña.
En el orden de ideas, es perentorio el diálogo y negociación de un nuevo bloque político que construya y fundamente de cara a todo el pueblo antioqueño, un proyecto político que posibilite una Antioquia democrática y solidaria, contrapuesto al autoritario y antidemocrático que empieza a tener en las cárceles sus más insignes figuras.
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REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
"La revolución socialista y el derecho de las naciones a la autodeterminación"
CORPORACIÓN REGIÓN. Comunicado a la opinión pública. Enero de 2008.
PTC. Informe sobre el proceso electoral de octubre de 2007.
Reflexiones políticas de Gustavo Petro.
Textos sobre proyecto político regional. Hernando Loaiza Bastidas.
Suscriben esta ponencia:
Juan Fernando Rojas Hernando Loaiza Eliseo Arango
Gabriel García Mauricio Zapata Rodrigo Trujillo
Marta Peña Alfredo Aguirre Nicolás Alcides Palacio